Concluíamos en el artículo anterior que lo constitucional, sólo tiene la interpretación que le conviene al gobierno y se expulsan no sólo significados esenciales en la interpretación de la ley, sino que se le “añaden” en una operación de escamoteo y sustitución lingüística elementos de interpretación acordes con el momento político y el funcionario.Como si la ciudadanía no fuese una condición “per se” de todos, sino una atribución del gobierno y sus partidarios. Los derechos civiles son ignorados en el doble juego de equiparar la mentira con la verdad y se oculta que la hegemonía comunicacional es gubernamental, la inclusióndel odio, la censura y autocensura, la politización de los medios del Estado mássus versiones de la realidad, empleo, paz, seguridad, abastecimiento, libertades y derechos, en fin,el imperio dela simplificación del pensamiento propia del “bizpensar” imaginado por Orwell.
Que en el pasado el Estado sólo tenía una televisora yhoy es el gobierno el dueño deun número considerable de radios y de medios de comunicación impresos; que los televisivos privados se autocensuran para no caer en las sanciones del Reglamento de Radio y TV, aplicado en las áreas vulnerables para el gobiernoy que la TV en general, sigue sin programas de opinión independientes yuna programación cada vez más pobre en contenidos y calidad, ausencia de respeto al espectador, lo cual se advierte especialmente en los canales del Gobierno.
Sigamos con “1984” para seguir estableciendo paralelismos: A pesar de la manipulación de la información por parte de los gobernantes de Oceanía, de la creación de la“Policía del Pensamiento”, de los métodos del “Ministerio del Amor” y de la “reescritura”de los diarios escritos en el pasado, a fin de que los historiadores tuvieran otra versión de los acontecimientos, el lenguaje muestra la realidad al lector de la novela, al deslizarse entre la verdad y la mentira. La lucidez del escritor inglés radica en develar desde el espacio de la ficción, la relación entre lenguaje y la realidad totalitaria, desde el “cómo” lo narra hasta el “qué” cuenta.
“La patria es Chávez”, “No volverán”, “Chávez siempre”, “Con Chávez, todo. Sin Chávez, nada”, fueron consignas aparecidas para llevar a sus seguidores a no ver lo obvio: el personalismo reiterado que para los más informados políticamente, era suficiente para encender las alarmas después de haber visto los pies de barro de los “socialismos reales”. En los sectores populares se creó subliminalmente una lealtad acrítica a quien visibilizó la pobreza y señaló la enorme desigualdad social existente, pero aprovechó el poder no para eliminarlas, sino para sacar dividendos políticos, aplicando el populismo y aprovechando la renta petrolera con las consecuencias que todos conocemos. Costaba más, poner a marchar el aparato productivo creando empleo para todos, que jugar al socialismo subsidiado con la renta estatal.
Las voces de Penélope – Palabras 3
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