Verano mortal

El municipio Torres está padeciendo una sequia devastadora, como hace cuarenta   años, cuando murieron centenares de cabezas de ganado y muchos ganaderos tuvieron que mudar.
El caroreño está acostumbrado a lidiar con el verano porque es parte constitutiva de su idiosinacrasia e incluso ha sido motivo de inspiración literaria, como por ejemplo Luis Alberto Crespo y su poemario Si el verano es dilatado y José Ángel Ocanto y su novela Ricardo en los días del tedio, pero lo que es una rutina algunas veces, al agudizarse, se convierte en drama porque el ingenio y las habilidades para luchar contra la carencia de agua  son vencidos por la implacable naturaleza.
Tiene casi un año que no llueve y los pozos y lagunas se están secando, queda un barrial que se convierte en trampa mortal para las vacas que se “atollan” en el fango y mueren. El verano en el Municipio Torres está causando la muerte por hambre y sed de muchos animales y el ganadero en su desespero trata de buscarle agua y alimentos en camionetas, el que puede, a lomo de  mula el más pobre.
El caroreño siempre ha luchado contra el verano y le ha ganado la pelea, hasta una raza de vacas lecheras se inventó para subsistir frente al calor, pero en algunas ocasiones el verano le tuerce el brazo, lo tira al suelo y lo pone a implorarle a San Isidro. No se rinde el caroreño frente a la sequia pero ahorita está con la soga al cuello y no sabe qué hacer porque todo parece indicar que este año no habrá temporada de lluvias.
Lo más grave es que a la inclemencia del verano se une la indiferencia oficial. Nadie de la Alcaldia, la Gobernación o el Gobierno Nacional ha volteado sus  ojos para ver el drama que están viviendo los ganaderos y agricultores de Torres.
La muerte como un zamuro esta posada sobre una rama roja. La muerte nos mira y viene hacia nosotros.
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