En aquél hogar todos se querían mucho. Pero llegó la insidia, el chismorreo y se comenzó a resquebrajar el amor conyugal. Comenzaron las sospechas, las averiguaciones. Se comenzó a prestar oído a falsedades inventadas por otros que deseaban destruirlo.
Ambos cónyuges sintieron el zarpazo del rumor falso hasta que, de acuerdo a la sabiduría Tolteca vieron escrito el primer consejo: “Si tienes duda, pregunta”. Salieron, como tenían costumbre, a cenar una vez al mes ellos dos solos. Allí se plantearon la situación con la mayor crudeza. Se dijeron mutuamente lo que habían escuchado uno acerca del otro. Al ver las incoherencias y contradicciones, -porque las mentiras tienen las patas muy cortas- se aclaró todo. El castillo se vino abajo y las habladurías también.
No hay personas sin defectos y eso de presentar del amor solo su romanticismo es poco real. El amor platónico es pasajero, emocional, verdadero pero transitorio. No podemos fundamentar sobre él la fidelidad matrimonial. La fidelidad es un trabajo que requiere poner de nuestra parte para que el amor -que sobre todo es sacrificio-, aumente.
Le preguntaron a san Josemaría: “¿Padre, por qué dice que nuestros hogares tienen que ser luminosos y alegres? –Sois vosotras la luz y la alegría. Me estoy quejando de que a veces no lo sois; porque siendo muy listas, os ponéis tontas, os enfadáis por cualquier cosa, os descuidáis en el vestir y en el arreglaros; y entonces ¿dónde está la luminosidad cuando se está llena de churretes? Os gasto estas bromas, pero comprendéis que tengo razón. Mirad, el amor no es una cosa así (Hace un gesto con la mano de algo que vuela),
El amor es una cosa tangible; es el alma, el espíritu, la conversación, el carácter, la inteligencia… Y el cuerpo también, hijas mías. De modo que tenéis que cuidar vuestro cuerpo; sabiendo además que, si no, hacéis una ofensa a vuestro marido; y él a vosotras. Así seréis luminosas y alegres. Y tendréis vuestra casa con toda esa luz y toda la felicidad”.
La convivencia familiar puede llevar a que los cónyuges estén en desacuerdo en algún aspecto acerca de cómo llevar el hogar o educar a los hijos. Pero eso se resuelve en privado, nunca delante de los hijos, porque tienden a ponerse del lado del papá o de la mamá. Y eso es malo. Se dirimen las diferencias, no se discute, se dialoga, y se termina la diferencia con un abrazo. Venezuela necesita la unión del hogar y la unión del país.
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Cuando el hogar entra en guerra
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