El proceso de paz entre las guerrillas y el gobierno podría fracasar si los colombianos votan el domingo por el candidato opositor, feroz crítico de las conversaciones, en unos comicios presidenciales en los que la política de combatir frontalmente a las FARC no va a ser un factor determinante para los electores.
Óscar Iván Zuluaga, apadrinado por el derechista expresidente Álvaro Uribe Vélez (2002-2010), quien cruzó armas y replegó a las FARC durante su gobierno, primero dijo que rompería los diálogos de paz iniciados por el candidato y presidente Juan Manuel Santos, pero luego aseguró que continuaría los diálogos pero siempre y cuando los rebeldes hacen un alto al fuego permanente y se aviene a condiciones que los propios guerrilleros desmintieron que hicieran, como reclutar menores o perpetrar secuestros.
«Lo deseable sería, sin dudas, un triunfo del presidente Santos porque creo que eso garantizaría la continuidad (de las conversaciones)», dijo el politólogo colombiano Alejo Vargas, profesor asociado en la Facultad de Derechos y Ciencia Política de la Universidad Nacional de Colombia.
Analistas y políticos consultados por AP creen que Zuluaga pondría tantos obstáculos a las conversaciones que un escenario muy probable es que las partes terminen levantándose de la mesa y olvidando los acuerdos a los que llegaron sobre una eventual reforma agraria, la participación política de los rebeldes, el combate al narcotráfico y el resarcimiento de las víctimas de la guerra.
«Se daría un proceso de condicionalidad absoluta y a las FARC sólo quedaría someterse a los condicionamientos de Zuluaga o simplemente romper el proceso», comentó Vicente Torrijos, profesor de la Universidad del Rosario de Bogotá.
Lo irónico es que los avances de Uribe y Santos, su exministro de defensa, contra las FARC es que el conflicto ahora no tiende a preocupar a los colombianos tanto como su calidad de vida, tener oportunidades de empleo, mayores ingresos, un buen sistema de salud y que sus hijos accedan a una educación de calidad.
Una reciente encuesta de la empresa Invamer-Gallup dio cuenta de que sólo el 5% de los entrevistados cree que la guerrilla es el principal problema que debe ser resuelto por el próximo gobernante. Únicamente el 4,7% de los consultados dijo tener una opinión favorable de las FARC, según la muestra, con un margen de error del 3%, aplicada en 55 ciudades del país a 1.200 personas entre 31 de mayo y el 3 de junio.
Los críticos de Santos sostuvieron que entre sus fallas está la de no haber comunicado más eficazmente los acuerdos alcanzados con la guerrilla y la implicación que tendrán para la vida diaria de sus compatriotas, el colombiano del común parece no entender o no estar interesado en la complejidad de un proceso de paz que involucra una serie de negociaciones sobre las que se pactó confidencialidad casi absoluta.
La ruptura, o no, del proceso de paz estuvo en el centro de discusión de la campaña presidencial porque Zuluaga concertó sus esfuerzos en acusar a Santos de hacer concesiones indebidas a las FARC y señalar que muchos de sus líderes guerrilleros llegarán al Congreso de la República.
«Aquí no se trata de darles gusto a las FARC; la paz es para todos los colombianos; somos un estado legítimo; este no puede ser un diálogo entre iguales; ellos son los que están atentando contra la institucionalidad», dijo Zuluaga a la AP.
Pero la contienda presidencial se caracterizó por los ataques entre los candidatos, quienes no se conectaron en muchas de las preocupaciones cotidianas de los colombianos, quienes terminaron alejándose del debate electoral, lo que explicaría las cifras récord de abstención electoral en la primera vuelta presidencial.
Qué hacer con los líderes de las FARC si se desmovilizan es un tema que polariza la opinión de muchos de quienes prefieren ver a los guerrilleros que cometieron delitos de lesa humanidad tras las rejas que gozando de los privilegios que otorgan una silla en el Congreso.
«Las conversaciones valen la pena en la medida en que terminen con una entrega de armas, en la medida en que no puede haber ni amnistía ni indulto por delitos atroces, en la medida en que no se negocien las instituciones de la República», manifestó el derechista ex ministro Fernando Londoño Hoyos.
Las FARC han sido muy cautelosas en manifestar su apoyo a Santos o cualquier otro candidato durante las semanas de confrontación electoral y han mantenido en su discurso su posición de que sólo apoyan al proceso de paz.
«Nosotros como FARC-EP no tenemos ningún candidato», aseguró en declaraciones a la AP el pasado sábado el negociador Marco León Calarcá, poco después de que las partes convinieran una agenda para abordar el tema de víctimas del conflicto, el cuarto aspecto previsto en la agenda de seis temáticas. «Estamos trabajando por la constitución de la paz y consideramos que la paz debe ser una política de Estado que supere las ambiciones y los egoísmos electorales».
En un comunicado desde Colombia, el principal comandante guerrillero, Timoleón Jiménez, exhortó a sus compatriotas a votar en blanco para deslegitimar al sistema político colombiano y mostró Santos más como un viejo adversario oportunista que como un aliado. «Que a Oscar Iván Zuluaga le importe un pito aparecer como el abanderado de la guerra no hace de Juan Manuel Santos un hombre de paz», escribió el dirigente, también conocido como «Timochenko».
Los politólogos consultados no tienen duda de que los recientes anuncios de cese al fuego unilateral durante las elecciones, el haber acordado la agenda de discusión del tema de las víctimas y algunos acuerdos publicitados ayudaron a la campaña de Santos, incluyendo su anuncio del martes de que iniciará un proceso exploratorio con miras a lograr la paz con la guerrilla del ELN.
«Es darle un espaldarazo a la paz, claro, a pocos días de las elecciones eso significa también que tienen confianza en que el presidente Santos (que) va a ser elegido de nuevo» dijo Horacio Serpa, excandidato presidencial, senador electo y exnegociador y delegado de paz del gobierno. «Sin duda eso sirve para las elecciones y que además que sean pacíficas».
La guerrilla influyó en pasadas elecciones por el temor que infundían a muchos, porque tenían más combatientes que ahora, porque sus líderes históricos gozaban de plena salud y porque los colombianos veían cómo los rebeldes avanzaban, poco a poco, a las ciudades.
En la primera vuelta de las presidenciales de 1998, el candidato liberal Serpa derrotó por estrecho margen al conservador Andrés Pastrana. Ambos fueron a una segunda ronda tres semanas después y éste dio un golpe de mano que le significó la presidencia cuando consiguió que delegados suyos se fotografiaran en la selva con el fundador de las FARC, Manuel Marulanda Vélez o «Tirofijo», y con el jefe militar del grupo rebelde, Víctor Julio Suárez o «el Mono Jojoy», hoy fallecidos.
«Claro que las FARC han tenido injerencia en las elecciones», dijo León Valencia, un ex guerrillero que hace 20 años dejó las armas y quien se dedica al análisis del conflicto colombiano. «Casi todos los presidentes se han elegido alrededor del tema de la paz; unos han ganado las elecciones ofreciendo un proceso de paz como Pastrana y otros ofreciendo una derrota de las FARC, como en el caso de Uribe».