«El mejor jugador del mundo es Di Stéfano. Me niego a hablar de Pelé como un jugador, estaba por encima de eso», resumía la antigua estrella húngara Puskas.
A dos días de que empiece el Mundial de Brasil, es imposible no recordar al rey Pelé, el futbolista y brasileño más conocido de la historia. «O Rei» es una leyenda viva que ha ido más allá de su deporte. Ya se ha dicho y escrito todo sobre Edson Arantes do Nascimento, pero como no recordar de nuevo su increíble carrera deportiva.
Tres victorias en Mundiales, la primera con sólo 17 años en Suecia, y la última en el Mundial mexicano de 1970 a la cabeza del Dream Team del fútbol, goles en cuatro mundiales y mayor goleador de la historia con más de 1.000 tantos (1.281). A ello se unen un sinfín de distinciones colectivas o individuales para un hombre que hace que el «10» sea realmente un 10…
Pero, Pelé es también la imagen de goles magníficos, de gestos incomparables, del mejor fútbol hasta sus últimas apariciones en 1977, cuando se retiró en Estados Unidos donde se había convertido en embajador de un deporte que los norteamericanos no conocían o conocían poco.
Aún hoy es una estrella para gente que nació mucho después de su retirada y que se maravilla con imágenes de archivo. «Nací para el fútbol como Beethoven para la música», admitía sin falsa modestia.
Sin estatua en Maracaná
Pero Pelé, tampoco es un ser perfecto, y como todas las estrellas también es objeto de críticas a la altura de su fama. Se le reprocha su pequeña carrera política con su época de ministro de Deportes y «su» ley, la ley Pelé, que abolía, especialmente, la estructura de traspasos en su país.
También se le echa en cara no haberse posicionado contra la dictadura militar brasileña, de falta de sentido crítico hacia la FIFA…
Se le acusa de que le gusta demasiado el dinero y de haber manchado su imagen con todo tipo de publicidad, desde medicamentos a supermercados, pasando por pintura o tarjetas de crédito.
También sus lapsus y equivocaciones son objeto de mofa, como cuando confundió el nombre de Schweinsteiger con Schwarzenegger, y hasta el propio Luiz Felipe Scolari, actual entrenador de la Seleçao, respondió a unas declaraciones de Pelé sobre el nivel del equipo nacional con una broma sobre sus previsiones, a menudo fallidas: «cuando dice que un equipo va a ganar, ese equipo piensa +¡Dios mío!+ (vamos a perder)».
El ídolo argentino Diego Armando Maradona también ha cargado a menudo contra el brasileño, que es uno de los pocos que lo mira por encima del hombro.
Ambas estrellas a menudo han intercambiado declaraciones a través de la prensa y así, Maradona ha pedido que se «guarde a Pelé en un museo», sugiriendo que su carrera es de otra época.
Pelé, adulado en Brasil pese a algunas críticas, no tendrá sin embargo una estatua en Maracaná, donde marcó su gol número 1.000.
Aunque estaba previsto inaugurar una para el Mundial, su realización se perdió en el marasmo del calendario y la desorganización política brasileña. En cuanto al surgimiento de otro Pelé, es impensable, pues como él mismo dijo: «mis padres han cerrado la fábrica».