Hugo Chávez y varios de los que hoy son gobierno estuvieron presos dos años en virtud de la asonada militar de 1992 en la que murieron cientos de inocentes y se ejecutó el último intento de magnicidio real conocido en nuestra historia. Dos años por levantarse en armas contra un presidente electo democráticamente ocasionando muerte de civiles. Y es que en lo que ellos llaman ahora “cuarta república” se les indultó para que pudieran luego participar en elecciones y convertirse en gobierno por los mimos métodos que su víctima Carlos Andrés Pérez.
Ahora la historia es muy diferente. Ivan Simonovis tiene ya casi diez años pagando prisión por una acusación indirecta en virtud de la rebelión de 2002. Y los beneficiarios del indulto que ahora son gobierno le han negado una medida humanitaria justificada por una enfermedad comprobada. “Ese no está enfermo” aseguraba una dama en los canales del Estado aupada por el propio presidente Maduro para avalar su inhumana conducta de negar algo que hasta partidarios de la revolución como José Vicente Rangel han propuesto. Cuando Caldera tomó la decisión de indultar a los golpistas del 92 también había muchas familias de fallecidos caídos por el delito perdonado y aún así se tomó la decisión política como correspondía. Ahora parece no haber ni gobierno ni humanidad capaz de salvarle la vida a una persona que en ningún caso puede considerarse como responsable de un golpe de Estado y que tiene ya una década aislado de su familia.
Si este “gobierno” no es capaz de tomar una decisión política en el caso emblemático de Simonovis, entonces no tiene capacidad para nada más. Con razón murió el dialogo, y es que no dialoga quien quiere sino quien puede, y Maduro obviamente no manda en este país. Por eso vemos a la asociación de medios impresos pidiendo públicamente una audiencia, no con Maduro, sino con Diosdado, para solventar la situación del papel. El alto “mando civil de la revolución” cuya existencia es un golpe de estado en sí mismo, actúa como un cartel integrado por las cabezas de las familias poderosas que comparten el poder de forma colectiva. Ya se esclareció el misterio de porqué Chávez eligió a Maduro como sucesor, sin duda fue por ser el más estéril y neutral cuadro que podía generar consenso entre los grupos en pugna dentro de la revolución para garantizar un pacto de no agresión y una repartición equitativa del botín heredado. No fue ni Jaua ni Diosdado que eran las cabezas de los grupos civiles y militares históricamente en pugna dentro del chavismo, sino que fue un obediente guardaespaldas que no iba a tener ni la voluntad de quitarle la casa presidencial a la familia del supremo.
El drama es que tenemos un presidente que ganó con un pírrico margen en circunstancias cuestionables y que ahora no es capaz de ejercer el poder en medio de la crisis política, económica y social más grande de nuestra historia. Quizás Maduro debe preguntarle a su propia gente sí lo reconocen o no como le gusta hacerlo con los opositores. Parece que donde no tiene legitimidad ni autoridad es dentro de su propio bando donde le dicen “compañero presidente” para destacar la colectivización del poder de los enchufados. Por eso lo único que hace es repartir ministerios y crear nuevas instancias burocráticas. Basta con leer Aporrea para darse cuenta que son ellos los que no reconocen al presidente. Lástima por Simonovis y su familia. En el país de la escasez, Gobierno tampoco hay.
Caso cerrado, el dictamen final lo tiene usted.
@chatoguedez