El día lunes 28 de abril de 2014 fue para mí un día de mucho júbilo e inmensa complacencia y satisfacción mental y espiritual, al poder compartir con los familiares (esposa, hijos, etc.) y cercanos amigos y admiradores de Pompeyo Márquez Millán un feliz rato del cumpleaños número 92 de tan respetado y admirado luchador social y político. Merecidamente El Nacional ofreció para ello el salón requerido, cuyo espacio no alcanzó para los muchos asistentes, apenas una parte de los tantos amigos y admiradores que Pompeyo tiene acá, en toda Venezuela, en América y en otros continentes, dada su reconocida lucha.
Esta columna personal se la dedico a él como mi modesto homenaje, y sé que mis generosos lectores la comparten, porque saben que ella viene de quien hoy se siente más que complacido y orgulloso de haberlo conocido y tratado directamente, y de haber podido compartir con él anhelos, preocupaciones y luchas comunes del presente, desde cuando nos encontramos en el común camino de una intensa y exigente lucha democrática, que hemos sabido mantener.
Lo grande de Pompeyo no es únicamente haber podido llegar a sus 92 años de vida, de una vida tan llena de obstáculos y dificultades, sino en el cómo ha hecho de su vida y de su lucha una muestra humana de ejemplaridad para tantos luchadores sociales y políticos, dando lecciones vivas de valentía, rectitud, tolerancia, conciliación y capacidad de rectificación, superación y actualización, con lealtad absoluta a sus principios y convicciones revolucionarios y democráticos. Es hoy un vivo ejemplo en especial para los jóvenes luchadores, ahora que están cumpliendo en el escenario nacional todo un papel estelar.
Sus palabras en el acto fueron una muestra concreta de lo bien que mentalmente se mantiene, y ellas reafirman en la concurrencia la admiración en él. Luego de su agradecimiento a todos sus familiares y amigos presentes enfatizó que la verdadera y real Democracia, que él la siente como una urgente necesidad para nuestra sufrida Venezuela. Esto fue una parte muy esencial en sus frescas, claras y contundentes palabras.
A Pompeyo personalmente le estoy muy agradecido por el generoso Prólogo que le dedicó a mi reciente libro “Un Maestro entre Barrotes”, con recuerdos de los largos años de cárcel, en Maracaibo, en aquellos duros tiempos de la dictadura militar pérezjimenista. Todo lo cual acrecienta mi sentimiento con él.
Ese día, del 92 cumpleaños de Pompeyo Márquez Millán, me sentí compartiendo plenamente un buen rato de complacencia y felicidad. Me siento seguro de que son muchos de Venezuela, América y el mundo que hubieran querido estar presentes en tan significativa celebración.
Pompeyo: Un maestro ductor
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