Si Hollywood quisiese filmar una película de misterio en la selva del Amazonas, las ruinas de Paricatuba serían el sitio ideal.
Enormes raíces asoman por entre los cimientos de lo que alguna vez fue un señorial edificio neoclásico cerca de Manaus, subsede de la Copa Mundial que se encuentra del otro lado del río Negro. Rodeado de vegetación que genera una penumbra, se trata de un sitio fantasmagórico.
Los turistas que vienen a ver los partidos difícilmente se tropiecen con las ruinas. No hay prácticamente carteles que las anuncien. Se puede llegar solo en lancha o en auto, cruzando un nuevo puente sobre el río Negro y luego de un agitado recorrido de una hora por una carretera de tierra llena de promontorios.
Quienes viven cerca de Paricatuba, no obstante, esperan que esa construcción en medio de la selva atraiga una buena cantidad de los 52.000 turistas extranjeros que se espera vengan a Manaus para ver partidos de Inglaterra, Estados Unidos, Suiza, Italia, Croacia, Camerún, Portugal y Honduras.
Los troncos de los árboles abrazan muros de ladrillo y lo que queda de delicados mosaicos. Serpientes e iguanas se instalan entre los arbustos, que llegan hasta la cintura.
El edificio fue construido en 1898, en el momento de mayor esplendor de la industria del caucho que hizo de Manaus una de las ciudades más ricas del mundo durante un tiempo. La idea era que albergase a inmigrantes italianos que llegaban para trabajar en esa industria.
El deterioro de la residencia a lo largo del siglo siguiente reflejó el derrumbe de la economía de Manaus, que pasado el boom del caucho tuvo un largo período de decadencia.
Cuando dejaron de llegar los inmigrantes italianos, la residencia albergó una escuela de arte dirigida por sacerdotes franceses. Luego fue una cárcel y posteriormente un leprosario, hasta que quedó definitivamente abandonada.
El techo se derrumbó y comenzó a crecer vegetación. En la temporada de mangos el piso se hace resbaladizo por la fruta que cae y se pudre. La caída de guanábanos del tamaño de una sandía produce un estruendo que rompe el escalofriante silencio del lugar.
La estructura puede ser visitada por cualquiera, sin cobro alguno. El costo de la lancha o del automóvil depende de estado de ánimo de sus dueños.
Los muchachos de la zona juegan al fútbol descalzos en las ruinas o se asustan entre ellos. Los adolescentes tienen encuentros amorosos y la gente mayor viene aquí a emborracharse.
También se dice que entre las paredes de la antigua residencia ocurren cosas tenebrosas.
«Este lugar está lleno de fantasmas y de huesos», asegura Alice Lopes da Silva, una niña de 8 años que formaba parte de un grupo de muchachos que mostraron el lugar a unos visitantes.
Hay una sala llena de barras oxidadas, cubiertas de vides, que alguna vez mantuvieron encerrados a los presos del penal. Un viejo baño tiene espeluznantes manchas rojas en las paredes y una escoba que, según uno de los chicos, fue dejada allí por una bruja. Hay también un sector donde se quemaban los cadáveres de los leprosos, según cuenta la leyenda.
Quienes se aventuren al lugar, no necesitan buscar guías. Siempre hay niños felices de acompañar al visitante en un recorrido de la residencia.
«Síganme», dijo la niñita Lopes da Silva mientras despejaba el camino de vides para iniciar el paseo.