La aletargada ola de inmovilismo que se hace sentir, con pronóstico reservado, sobre el diferendo con Guyana Británica en la Zona del Esequibo, es el especioso temor que impone la reciente noticia del deceso del último oficiante Norman Girvar, del litigio en referencia. Contados tres meses de ese fallecimiento, aun la Cancillería Venezolana, no ha dado a conocer ninguna gestión encaminada, a pedir a la ONU, de la designación de un nuevo buen oficiante, que de inmediato supla las faltas, para la normal continuidad de esta reclamación territorial.
Durante el ineficiente periodo del chavismo a ultranza, Norman Girvar, desempeño tan importante cargo para el cual estaba adecuadamente dotado, bajo el influjo de su padrino y protector Fidel Castro, amigo incondicional de las República Socialista de Guyana.
Fue profesor de la Universidad West Indies y recibió grado honorario de la Universidad la La Habana, en Ciencias Políticas. Todas estas circunstancias, abonan terreno, para presumir, por los mencionados antecedentes, que no podría actuar con la mira puesta en la defensa cabal de los intereses de Venezuela, en este litigio, que demoran a sus anchas, los intereses coincidentes, para importunar el éxito que la patria justicieramente, espera lograr en tan controversial diferendo.
En esta oportunidad, también contó con la aquiescencia del gobierno nacional, para ejercer la representación del Señor Ban Ki Moon, secretario general de la ONU, donde se tramita la reclamación venezolana, desde el comienzo de este mecanismo de 1989, denominado Convención de Puerto Príncipe, siendo para la fecha canciller, el doctor Aristides Calvani, de grata memoria, quien nació, por vicisitudes del destino, en la Isla de Trinidad. Esto hace, que el diferendo de la zona del Esequibo, adquiera una entera relación caribeña.
Ojalá que en esta nueva etapa de la reclamación de áreas marinas y submarinas, las gestiones diplomáticas, encajen en la posibilidad de alcanzar un consenso justo y honorable, que redima, en proporción ecuánime, los derechos y la justicia que reclama Venezuela, en legítima defensa de su integridad territorial, de la cual fue injustamente desmembrada por los marines de la pérfida Albión, señora y detentadora de mares y de imperios, en alevoso y despiadado ataque contra toda ley, Convenio o justicia internacional o nacional.
La nación nada tiene que agradecer, en este busilis, al difunto Comandante y expresidente, su gestión pecó contra la defensa de la sagrada autonomía. Se le oyó decir que el caso de Guyana, era provocación del Imperialismo y sus mandantes de turno. Pensando siempre contra la historia, desconocía, que Bolívar y Piar, fueron de los primeros en elevar este caso, a las más altas autoridades del régimen británico. La ignorancia de la historia, no excusa su cumplimiento.
El canciller Elías Jaua, heredó y complacido sigue este tortuoso camino y continuarlo, conduciría a fatales resultados. La santa cólera del pueblo, no permitirá que haga mutis a su irrenunciable deber, con la patria y su destino. Debe, con ahínco entrañable, consagrarse al triunfo de esta causa irrenunciable, que abona por entero, la integridad de su soberanía intransferible.
Tampoco debe omitir, en la mejor defensa de esta causa irrenunciable, la sanción que consagra la Ley de Tóppel, que pena la desidia y la falta de interés, con el tributo de la prescripción favorable al autor de gravámenes insuperables y hasta delitos de lesa humanidad. Tanga cuidado con sus irreprensibles consecuencias.
Inmovilismo del diferendo con Guyana Esequiba
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