Gobierno venezolano demora decisión sobre aumento de gasolina

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En Venezuela, el país con el combustible más barato del mundo, se puede llenar un tanque de gasolina de un vehículo sedán con 70 centavos de dólar, gracias a un subsidio congelado desde 1998 que el gobierno no se decide a modificar. 

La estatal petrolera Pdvsa vende la gasolina y el diésel a USD 0,015 y 0,007 por litro, calculado al tipo de cambio oficial. Pero ese precio es mucho menor con el valor del dólar en el mercado negro: 0,0013 dólares por litro para la nafta y 0,0006 dólares para el diésel.

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Los precios internos no cubren el costo de producción ni el margen de distribución, y le dejan pérdidas de USD 12.592 millones al año a Pdvsa, que además debe importar combustibles a precios internacionales por las fallas en sus refinerías locales, para así atender la totalidad de la demanda de 540.000 barriles diarios.

En ese volumen se incluye el contrabando de extracción a través de la frontera con Colombia, país donde los 1,18 dólares que cuesta un litro de gasolina alcanzarían para comprar más de 900 litros del combustible en Venezuela si se opera a través del mercado negro de divisas.

Aunque el subsidio es una pesada carga para sus finanzas, el gobierno de Nicolás Maduro no se decide a elevar los precios, en momentos en que tiene su peor nivel de popularidad en el país con las mayores reservas de petróleo del mundo.

«Los funcionarios que deben decidir el aumento saben que es muy alto el costo político de corregir esta profunda distorsión», aseguró a la AFP Pedro Palma, expresidente de la Academia de Ciencias Económicas.

En el país sudamericano cuando se habla del aumento de la gasolina muchos recuerdan «El Caracazo», una violenta explosión social ocurrida en 1989 en medio de una aguda crisis económica de escasez e inflación, que obligó a una cadena de ajustes macroeconómicos que derivaron en sangrientas protestas tras el alza de la gasolina.

La gasolina ha estado fuertemente subsidiada por los distintos gobiernos desde hace más de medio siglo, pero desde 1998 su precio está congelado y actualmente es el único de los bienes con precio regulado por el chavismo que no sube de precio.

Mientras un tanque de gasolina se llena con poco más de 4 bolívares, una botella de agua de 1 litro cuesta 9 bolívares.

ontradicciones

Las autoridades de Pdvsa han expresado en diversas ocasiones la dificultad que supone la gasolina a tan bajo precio para la economía del país.

El precio de venta debería subir al menos 26 veces para igualar el costo de producción, según el gobierno, que debe hacer frente a un pesado déficit fiscal.

Ese paso supondría también un alivio para la delicada situación económica del país, con una inflación anualizada cercana al 60%, la escasez de productos básicos del 25% y unas deudas comerciales del gobierno con proveedores de bienes y servicios por al menos USD 14.000 millones.

Pero desde el punto de vista político Maduro y sus ministros no parecen hallar una salida de bajo impacto.

Rafael Ramírez, ministro de Petróleo y presidente de Pdvsa durante más de diez años, ha manifestado públicamente durante los últimos 15 meses que el subsidio a la gasolina «no favorece al pueblo de ninguna manera y ha promovido que aquí desfilen las (camionetas) Hummers y los vehículos de mayor consumo».

Consultado la semana pasada sobre cuándo se elevaría el precio de la gasolina, el ministro respondió que es un tema «que se está trabajando» y aseguró que según los sondeos «la gran mayoría (de los venezolanos) acuerda que el precio de la gasolina es irracional».

«Es delicado porque tenemos una oposición irracional que guarimbea (corta calles) por nada, no me quiero imaginar el tema de la gasolina», aseguró en referencia a las protestas contra Maduro que se viven en Venezuela desde el pasado 4 de febrero con saldo de 42 fallecidos.

Sin embargo, el pasado martes el diputado oficialista Ramón Lobo dijo en un canal de televisión local que «el gobierno, el presidente Nicolás Maduro, ha manifestado el hecho de diferir la discusión» sobre el alza de la gasolina.

Al economista Pedro Palma, le preocupa que la decisión se siga «postergando y profundizando el problema».

«La economía está afectada por una serie de desequilibrios fiscales, monetarios, cambiarios, que llevan a la necesidad de tomar decisiones no aisladas. Mientras corramos la arruga (posponer la búsqueda de una solución) profundizamos esos problemas», afirmó.

El economista mencionó la experiencia de Irán, que durante el último lustro eliminó progresivamente los subsidios al precio de los combustibles para entregar recursos directamente a las familias, que pudieron compensar el aumento del costo del transporte.

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