El ojo del escorpión – Extrañamos al país que éramos…

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Hemos dejado que el odio arruine nuestra cosecha de pueblo valeroso y democrático. Venezuela es hoy una republica al borde del colapso total. Un dejo de nostalgia se apodera de nuestro pensamiento. Las travesuras de la mente nos hicieron viajar a los instantes cuando nuestra realidad era distinta. La patria no era un lecho de rosas, teníamos problemas y desigualdades sociales por doquier; pero no padecíamos de esta sensación de incertidumbre que hoy nos caracteriza. Es como una pesada carga que causa escozor y vulnera nuestras fuerzas .Todo pende de un hilo que nos mueve como marionetas en un teatro callejero. El país es un río de conflictos que se multiplican, no tenemos la necesaria paz que nos haga vivir sin el sobresalto permanente. ¿Cuando surgió nuestra desdicha? No hace mucho tiempo nuestra nación era la envidia del continente. Desde muchas regiones del planeta venían hombres emprendedores en la búsqueda de un mejor futuro en la llamada tierra de gracia. Hoy huyen despavoridos ante la cruel realidad de una crisis que arruina el bolsillo y dispara las alarmas de nuestro futuro. Los números son demoledores: el país con mayor inflación, criminalidad y desempleo del hemisferio. Paradójicamente con el mayor ingreso de su historia. ¿Cómo explicar semejante contrasentido?  Creemos que imponer una ideología paleontológica fue degradándonos hasta llevarnos al despeñadero. Fuimos moliendo nuestro futuro detrás de una ilusión redentora condenada al fracaso estrepitoso. Un régimen que se amparó en una doctrina catastrófica que sólo pueda producir resultados nefastos para la vida del hombre, ya que basa su actuación en querer liquidar a quien se resiste a pensar como ellos.
Ante tantas dificultades extrañamos al país que éramos. Podíamos salir a la calle teniendo la posibilidad de llegar con vida. Nada que ver con la cruel matanza semanal que no hace una de las naciones más violentas del planeta. El ciudadano contaba con un congreso en donde se debatía de verdad. No era un circo de anodinos incondicionales que se arrastraban como sanguijuelas, nada que ver con el pensamiento único. Disfrutábamos de medios de comunicación en donde se respetaba la libertad de expresión, todo el mundo podía fijar posición sin que nadie criminalizara sus opiniones; poseíamos una calidad informativa que nos convirtió en referencia para la región. Espacios en donde el pueblo acudía sin el temor de terminar tras las rejas.
Contábamos con fuentes de trabajo para los nuevos profesionales, los mercados estaban atiborrados de productos de calidad. Los pobladores podían escoger la marca de sus preferencias, no existían las horrendas colas de hoy que nos asemejan a las revueltas de los hambrientos en Bangladesh. Una nación millonaria que no puede garantizar la alimentación idónea para su gente. Esqueletos en fila de anaqueles vacíos en donde brilla por su ausencia hasta un rollito de papel toilette. Una muestra lapidaria de la incapacidad del socialismo como generador de bienestar. En el pasado teníamos una industria sólida con empleo para millones, hoy somos un cementerio de candados clausurando santamarias.
Sin embargo no perdemos la esperanza. En algún escondrijo de escalera rota debe estar aguardando la esperanza de volver a brillar, debemos encontrarnos para construir al nuevo país. Al fin y al cabo somos hechura del mismo barro…
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twitter @alecambero

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