“Venezuela ha dejado de ser un Estado Constitucional” (…) cabe esperar cualquier actuación que avance aún más la extirpación del contendor político”.(El Universal, 11-5-14). Esta aseveración la hizo la Academia de Ciencias Políticas y Sociales en un comunicado publicado el 10-04-14.
Este terrorismo judicial, agazapado detrás del conveniente argumento de la “paz ciudadana” y el buen vivir revolucionario, es el lamentable complemento de una acción represiva que aspira a eliminar cualquier expresión de crítica, protesta o manifestación pública, especialmente si ella la convoca o participan estudiantes.
Para ciertas mentes linealpensantes, valga aclarar que defendemos la importancia y necesidad del diálogo como mecanismo natural, no sólo de civilidad política sino humana. No obstante, rechazamos que el mismo se realice con un gobierno que mientras se sienta en la mesa a “dialogar”, actúa en la práctica imponiendo medidas y decisiones arbitrarias, cerrando las puertas al disenso y al reconocimiento del otro, sobre todo si ese otro no encaja en su particular, inofensivo y domesticado molde de “oposición”.
Recientes estudios de opinión han revelado que ante el evidente e inocultable nivel de escasez, inflación y deterioro económico, edificado sobre la obcecación e incapacidad oficial en la materia, crecientes porcentajes de quienes se reconocen como seguidores del gobierno, expresan abiertamente su inconformidad y rechazo ante el empobrecimiento y las colas, como expresión del fracaso de una revolución que en 15 años ha generado tal magnitud de desastre.
El diálogo, en un sistema político desinstitucionalizado, en el cual se evidencia inclusive una crisis de liderazgo de lado y lado, en la incapacidad de leer y palpar el sentir y clamor de quienes padecen la inseguridad y dificultad para completar cualquier mercado, sea de alimentos, medicinas o repuestos, pareciera destinado a naufragar en el mar de la ambición de quienes solo actúan para mantenerse en el poder, al costo que sea.
Reitero en este sentido, lo capital de las palabras de Fernando Mires: “para que el poder exista como poder político, se requiere que nadie, (ni siquiera la mayoría o sus representantes) sea el ocupante de todos los espacios del poder, pues si esos espacios son definitivamente ocupados, no hay más lugar para la política en cuanto medio para conquistar más poder”.
La libertad, la justicia, la democracia, son hoy nociones agónicas en la impune marcha de este neopopulismo militar y represor. Imperativo es la lucha colectiva, que exijan e iluminen tanta oscuridad, en esta anomia que nos define, en el tránsito accidentado de este dialogo de sombras.
@alexeiguerra
Capitalismo Lunar – Diálogo de sombras
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