“Jesús, el Hijo de María: Camino, Verdad y Vida»
“Le dice Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino? Le dice Jesús: Yo soy el camino, la verdad y la vida”.
En la vida moral y religiosa ya desde antiguo, se habla de los dos caminos: el malo y el bueno.
El mal camino, o senda tortuosa, es la vía del hombre criminal (Proverbios 21,8), la senda del mal, es la seguida por los insensatos, los irreflexivos, los que no valoran el sano equilibrio (Proverbios 12, 15); en una palabra, ese es el sendero de la mentira, el robo, la injusticia, la irresponsabilidad, la corrupción, el chantaje, el narcotráfico, el sindicalerismo, las politiquerías, la complicidad. Este camino conduce a la perdición, al fracaso, a la autodestrucción y al aniquilamiento del prójimo, se culmina en la muerte moral y espiritual (Proverbios 12, 28).
El buen camino, es la senda de la rectitud, la coherencia, consiste en practicar la justicia, la equidad, (Proverbios 8, 20), significa ser fiel a la verdad (Salmo 119, 30), es la vía que conduce a la paz, en armonía con Dios, consigo mismo, con el prójimo y con la naturaleza.
Es este el camino de la oración, del aprecio a la familia, el cumplimiento del deber, es esta la senda del bien, de la honestidad, de la auténtica amistad, de la mística profesional, estos sienten a Dios por Padre y a los seres humanos como hermanos. La sabiduría bíblica nos dice que ese es el camino de la verdadera vida.
Por eso Cristo, Dios y Hombre verdadero, es para el ser humano, desde su persona, sus hechos y sus dichos. Camino, verdad y vida.
Por lo tanto hoy las familias católicas, tienen la gran misión de cuidar además de la vida física, psicológica y cultural, la vida espiritual, la vida de fe, de sus hijas o hijos.
Las familias católicas, son aquellas que enseñan a sus hijos a conocer y amar a Dios. Ellas se preocupan, porque sus hijos, aprendan a rezar, a hablar con Dios, se esmeran porque valoren los sacramentos y sean mujeres y hombres de bien, se comporten con dignidad y sean para estas familias su orgullo y alegría. Ellas quieren que los hijos hagan de Cristo, su camino, su verdad y su vida. Digamos como San Pedro: “Señor a quien iremos si solo Tú tienes palabras de vida eterna”
Mons. Antonio José López Castillo, Arzobispo de Barquisimeto
Campaña Semana por la Vida: “La vida es responsabilidad de todos”
Por ser una responsabilidad de todos, debemos comprometernos a reconocer que la vida es un don de Dios, la vida es sagrada e inviolable y trabajar a favor de la vida para contribuir a la renovación de la sociedad; siendo la familia santuario de vida debemos defenderla y cuidarla desde la concepción hasta la muerte natural.
La Pastoral Familiar, celebrando la semana por la vida invita a la eucaristía el domingo 25 de mayo en la catedral iniciando con el rosario por los no nacidos a las 7:30 am, donde habrá bendiciones a madres embarazadas y familias que no han concebido, y presentación de recién nacidos al creador de la vida.
Evangelio
San Juan (14,1-12):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.»
…«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. …Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre.» Palabra del Señor. Gloria a Ti, Señor Jesús.
Santo Padre: El don de la fortaleza
Ciudad del Vaticano, 14 de mayo de 2014 (Zenit.org)
Él viene a sostenernos en nuestra debilidad y esto lo hace con un don especial, el don de la fortaleza.
Hay una parábola contada por Jesús que nos ayuda a entender la importancia de este don. Un sembrador no logra plantar todas las semillas que arroja, pero estas fructifican. Lo que cae en el camino es comido por los pájaros, lo que cae en el terreno pedregoso y en medio a las zarzas germina pero rápidamente se seca por el sol o es sofocado por las espinas. Solamente lo que termina en el terreno bueno puede crecer y dar fruto.
Como el mismo Jesús le explica a sus discípulos, este sembrador representa al Padre, que esparce abundantemente la semilla de su palabra. La semilla, entretanto, muchas veces se encuentra con la aridez de nuestro corazón, y mismo cuando es recibido corre el riesgo de quedar estéril. Con el don de la fortaleza en cambio, el Espíritu Santo libera el terreno de nuestro corazón, lo libera del topor, de las incertezas y de todos los temores que pueden frenarlo, de manera que la palabra del Señor sea puesta en práctica de una manera auténtica y gozosa. Es una verdadera ayuda este don de la fortaleza, nos da fuerza y nos libera de tantos impedimentos.