La fe es un don que no se consigue viviendo separado de la Iglesia, señala el Papa Francisco

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Durante la Misa celebrada en la Casa Santa Marta, el Papa Francisco llamó a los fieles a abrir sus corazones al Espíritu Santo para poder entender al Señor; y los invitó a participar de los sacramentos y la vida dentro de la Iglesia, porque la fe es un don que no se puede conseguir si se vive separado del pueblo de Dios.

“¡La fe es un don de Dios! Pero la fe viene si tú estás en su pueblo, si tú ahora estás en la Iglesia, si tú te dejas ayudar por los sacramentos, por los hermanos, por la asamblea, si tú crees que esta Iglesia es el Pueblo de Dios”, señaló el Santo Padre al reflexionar sobre las lecturas del día.

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Francisco indicó que las lecturas del día muestran «dos grupos de personas». En la primera lectura, «están los que se dispersaron a causa de la persecución que hubo» después de la muerte de Esteban.

«Fueron dispersados ??con la semilla del Evangelio y lo llevaron a todas partes», indicó el Papa. Señaló que si bien primero hablaron sólo a los judíos, luego de manera natural, algunos llegados a Antioquía, comenzaron a hablar a los griegos; abriendo poco a poco las puertas a los griegos y a los gentiles.

Según Radio Vaticana, Francisco explicó que estos discípulos se dejaron llevar por el Espíritu Santo, fueron dóciles y “terminaron abriendo las puertas a todo el mundo: a los paganos, que para su mentalidad eran impuros”. Éste «es el primer grupo de personas, las que son dóciles al Espíritu Santo» que algunas veces “nos impulsa a hacer cosas fuertes: como cuando empujó a Felipe a ir a bautizar” al ministro de Etiopía “o cuando empujó a Pedro para que bautizara a Cornelio”. «Otras veces, el Espíritu Santo nos conduce con suavidad”, añadió.

El Santo Padre afirmó que la virtud está en dejarse llevar por el Espíritu Santo, el cual “obra hoy en la Iglesia, actúa hoy en nuestras vidas”.

“Alguno de ustedes podrá decirme: ‘¡Yo nunca le he visto!’. ‘Pero, presten atención a lo qué sucede, a lo que les pasa por su mente, lo que sienten en su corazón. ¿Cosas buenas? Es el Espíritu, el que les invita a ir en esa dirección. ¡Eso requiere docilidad! La docilidad al Espíritu Santo”, indicó.

Sin embargo, advirtió que también hay un segundo grupo de personas, el de los “intelectuales, que se acercan a Jesús en el templo: son los doctores de la ley”. Jesús siempre ha tenido problemas con ellos «porque no acaban de entender, daban vueltas sobre las mismas cosas, porque creían que la religión era solo una cosa de cabeza, de leyes».

Para ellos, recordó el Papa, era necesario «cumplir los mandamientos y nada más. No se imaginaban que pudiera existir el Espíritu Santo”. Interrogaban a Jesús, «querían discutir. Todo era cuestión de cabeza, de intelecto». «En estas personas no hay corazón, no hay amor, ni belleza, no hay armonía,» es gente «que sólo quiere explicaciones”.

Sin embargo, advirtió, “tú les das explicaciones, y ellos, no convencidos vuelven con otra pregunta. Y así: dan vueltas y más vueltas… ¡como dieron vueltas entorno a Jesús toda la vida, hasta el momento que llegaron a prenderlo y a matarlo!”.

“Esta gente no abre el corazón al Espíritu Santo”, creen que también las cosas de Dios se pueden entender sólo con la cabeza, con las ideas, con las propias ideas. Son gente orgullosa. Creen saberlo todo. Y aquello que para ellos no entra en su inteligencia no es verdad. ¡Y tú puedes resucitar un muerto delante de ellos, pero no te creen!”, expresó.

El Papa explicó que Cristo va más allá y dice una cosa “muy fuerte: ¡ustedes no creen porque no son parte de mis ovejas! Ustedes no creen porque no forman parte del pueblo de Israel. Se han marchado del pueblo. Están en la aristocracia del intelecto”. “Esta postura cierra el corazón. Ellos han renegado de su pueblo”, señaló.

Francisco dijo que “esta gente se había apartado del pueblo de Dios y por esto no podía creer”. “Aquella gente se había apartado, no creía en el pueblo de Dios, creía sólo en sus cosas y así habían construido todo un sistema de mandamientos que echaban fuera a la gente: echaban a la gente y no la dejaban entrar en la Iglesia, en el pueblo. ¡No podían creer! Este es el pecado cuando se resiste al Espíritu Santo”, advirtió.

Son dos grupos de gente, reiteró el Papa, “la gente de la dulzura, humilde, abierta al Espíritu Santo y, por otro lado, la gente orgullosa, soberbia, separada del pueblo, la aristocracia del intelecto que cierra las puertas y se resiste al Espíritu Santo. Y ésta no es tozudez, es peor: es tener el corazón duro. Y esto es más peligroso”.

“Pidamos al Señor la gracia de la docilidad al Espíritu Santo para ir hacia delante en la vida, ser creativos, estar alegres, porque la otra gente no es alegre”, y también para pedirle que “nos ayude a defendernos de este otro espíritu malo del orgullo, de la soberbia y de la cerrazón del corazón al Espíritu Santo”, expresó.

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