Con esa runfla de acontecimientos que están a la orden del día, no se descarta bajo el peso de ninguna circunstancia incoar un amparo constitucional a Simón Bolívar el Libertador, para detener esas causas tendenciosas que sátiros de la voluntad de poder, endilgan sin cesar contra la sagrada gloria de sus ejecutorias y la solvencia de su nombre, prez y blasón del gentilicio.
Algún bellaco de baja ralea, podría triscar sobre el contenido y alcance de esta proposición, que se fundamenta en la premiosa urgencia y en la necesidad de salvaguardar el patrimonio bolivariano, de ese procaz intento de desvirtuar la integridad de su historia y disolver a su antojo lo que es mística y paradigmática virtud, de esa límpida conjunción de ideales y principios elevados a la categoría de símbolo y de ejemplo.
La Sociedad Bolivariana de Venezuela, noble institución de tan cimeros principios éticos, fundada por el General en Jefe Rafael Urdaneta, en el venturoso año de 1.842, que goza de tan dilatada personería o la Orden del Libertador, organización del Estado, revestida de tan laudable finalidad, podrían ser los entes capaces para movilizar tan justiciera causa.
Aunque sea de similar, que el Juez que conozca esta causa, para ponerse a salvo de la denegación de justicia, pueda oponer falaces argumentos, o baladíes artificios, con la nefanda intención de negar la entrada a la Litis, que también pueden intentar, con fundamento hábil, un grupo representativo de ciudadanos, con capacidad para actuar en estrados. Como podría ser el caso de la interpretación analógica, prevista por el Código Civil. El hijo virtuoso y en posesión de sus derechos civiles y políticos puede representar al padre, en cualquier estado y grado de la causa.
La ofensa y el ultraje que se hace a la sagrada memoria del Libertador, al obsequiar sus símbolos más representativos, a genocidas, terroristas y tiranos de los más repudiados en el mundo. El finado Comandante donó la réplica de la espada del Libertador y otorgó la venerada Orden homónima a Moamar Kadafi, tirano de Libia y a Robert Mugabe, tirano de Zimbabue, sin méritos ni virtudes paradigmáticas para esas honoríficas distinciones, siendo por honor las más altas condecoraciones que confiere el Estado.
En plano internacional, se erosionó el limpio prestigio de la Republica, en divulgar sin veracidad, la andariega hipótesis, que acuñó, dicho Comandante, que Bolívar pudo ser asesinado por un natural de USA, como creció la bola en la fantasía ambientista. Se inmola la Constitución y los Derechos Humanos con la repulsiva infracción del artículo 1ero de la Carta Magna, que consagra el fuero máximo de la Doctrina Bolivariana, de donde emanan los inequívocos valores de libertad, igualdad, justicia y paz internacional. Se mide la magnitud de esta ofensa al sacrificio y probidad de los forjadores de una patria libre y soberana, al designarse once profesionales castrenses, gobernadores regionales, incumple esta expresa disposición, que eleva a principio constitucional la Doctrina de Simón Bolívar, el Libertador.
Se menoscaba la iconografía histórica venezolana, al crear una nueva imagen de Bolívar, asignándole un símil de aderezo africano, a quien, por la pintura inicial, reiteradamente conocemos su inconfundible ancestro española, de lo cual sintió ufanía personal. El Bolívar digitalizado, inexacto en sus simbologías raigales.
El amparo devolverá al Libertador, un goce que aún no ha podido satisfacer: la confianza de bajar tranquilamente al sepulcro, impostergable aspiración que todavía no ha coronado con el éxito.
Un amparo constitucional a Bolívar
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