«Estoy acostumbrado a las críticas. Tengo una coraza y me han hecho más fuerte», declara Pastor Maldonado, de la escudería Lotus, cuando se le inquiere por la potencial mella de 13 carreras consecutivas sin sumar puntos en la Fórmula Uno.
Ni modo. Al piloto venezolano de 29 años y oriundo de Maracay nadie le merma el optimismo antes de un Gran Premio. Y menos en la previa del que centra en estos momentos todos sus esfuerzos en Barcelona, donde se proclamó ganador en 2012 por única ocasión en su trayectoria y también en la historia de su país.
«En el pasado he sido bastante bueno aquí, así que espero que solucionemos todos nuestros problemas para ser competitivos», dijo el jueves Maldonado, quien apenas pudo festejar aquel logro al incendiarse el garaje del equipo poco después de cruzar la meta.
Apenas las malas prestaciones, una vez consumadas, le bajan momentáneamente el ánimo; aunque rara vez pierda la compostura. Sus contados arrebatos no suelen ser memorables. Ocasionalmente algún objeto lanzado, de poca envergadura, sin trágicas consecuencias.
«Cuando pierdo tampoco voy con una sonrisa de oreja a oreja. Soy una persona emotiva y tengo rabietas. Soy humano y cometo errores, a veces porque quiero dar más de lo que se tiene que dar», admite, tocando de pleno uno de los principales reclamos hacia su pilotaje: el exceso de riesgo.
«Este año me siento mucho más tranquilo y preparado que el anterior», asegura sobre la transición que le llevó de Williams a Lotus. «Sabíamos que, de inicio, la temporada sería muy dura y me lo tomé como un nuevo reto. Quedar fuera de los puntos no es fácil porque siempre queremos ganar y ser los mejores. Este equipo está acostumbrado al éxito. Hoy hemos dado hoy un gran paso adelante. Ahora toca correr y disfrutar. Llegó el momento de puntuar», proclama tras marcar el noveno mejor tiempo de la segunda sesión de entrenamientos en Barcelona.
El venezolano admite que el fin de semana arranca con sus mejores sensaciones de una, hasta la fecha, poco productiva campaña. En ese sentido, la experiencia de la pasada temporada con Williams, en que no estrenó su casillero hasta el décimo Gran Premio en Hungría, junto con la línea ascendiente exhibida por su nuevo monoplaza, le sirven para no desesperarse.
«Somos el equipo que más ha progresado en las últimas carreras. En la primera ni siquiera arrancamos y aún tenemos más margen de mejora. La pretemporada fue desastrosa y se nos fue de las manos por culpa del propulsor, que lamentablemente no fabricamos nosotros. Renault se ha complicado, pero es un equipo campeón y sabe hacer motores. No se ha rendido y estoy seguro que van a compensar esta diferencia», comenta esperanzado el piloto, admirador de su paisano Miguel Cabrera, primera base de los Tigres de Detroit, y portador del dorsal 13 por gusto, más que superstición.
Ello no impide que acostumbre a subirse al bólido por la derecha para salirse por luego la izquierda. Como su acentuado sentido de equipo tampoco evita que aflore a diario la competitividad sana, necesaria, respecto al francés Romain Grosjean, su actual coequipero. «Siempre quieres ganar al compañero, tu competidor más directo», recuerda, opinando a la vez que Lotus merece mayor reconocimiento.
«Como Williams, siempre ha tenido una gran estructura, experiencia, buenos talentos y grandes ingenieros. Luego puede ir mal, eso escapa de las manos del piloto. Desde fuera, todo lo que se habla de Lotus son críticas destructivas. Incluso el año pasado, cuando era el único que le mantenía el paso a Red Bull con menos presupuesto y menos gente».
No parece casualidad que los dos equipos en que haya recalado hasta la fecha Maldonado sean dos escuderías clásicas de la Fórmula Uno; y tampoco sorprende que el aragüeño sea de los que echan un tanto de menos el ruido de los monoplazas en años anteriores, antes del cambio de motor y consecuente dulcificación sonora.
«Al principio estaba más sorprendido de cómo funcionaba todo, pero me voy acostumbrando y me empieza a gustar. Es igual para todos. Hay que ir con la tecnología. Me gusta el progreso, los nuevos retos de la ingeniera y la invención. Cada día veremos coches más competitivos y fiables, aunque sí extraño el sonido y la potencia. Creo que nuestros fans no están muy contentos», explica.
Entusiasta como pocos en el paddock, Maldonado frunció algo el ceño hace un año en Montmeló, donde los incontables problemas del Williams le impidieron bajar del 14to lugar y la palabra que más repitió fue «impotencia».
«Me impliqué mucho y me costó salir de Williams, pero sabía que no estaría allí toda la vida. Siempre quieres explorar nuevas oportunidades y estoy aprendiendo muchísimo. Tenemos un método totalmente distinto. No hay punto de comparación. Desde el primer momento encontré un gran ambiente en Lotus, de mucha motivación, y eso ayuda. Me siento como en casa. Faltan mejores resultados, pero no son gratuitos y hay que trabajar duro para ganarlos», explica el piloto a quien su ex ingeniero, el catalán Xevi Pujolar, considera infravalorado.
«Quizás tenga razón», concede Maldonado. «No estoy pendiente de lo que dicen los demás y trato de encerrarme en mi mundo. He vivido épocas difíciles para llegar a la Fórmula Uno. No he tenido todas las facilidades como otros. Fue un camino largo, meritorio y de mucho sacrificio».
Ese mundo del venezolano, a quien respalda la potente petrolera PDVSA, desde bien chico fue el asfalto y el olor a gasolina, así como la grasa del taller donde aprendió a moverse de la mano de su padre y sus dos tíos en Maracay.
«Venir a Europa a correr en karting fue muy duro. Dejar mi casa fue un sacrificio económico y moral. Eso me ayudo a ser más fuerte y contrarrestar las diferencias de coche con talento humano», elabora el piloto.
«¿Cómo haces este año para ganar una carrera a Mercedes con un equipo de mitad? La misma diferencia existía el año que yo gané, cuando había un Red Bull casi imbatible. Creo que tengo bastante mérito y me merezco estar donde estoy», suelta Maldonado, bajada momentáneamente la coraza, sacando pecho competitivo. «He aprendido a no subestimar a nadie, cualquiera puede dar una sorpresa. Yo la he dado».