Los venezolanos, que cuentan con autopistas gratuitas y gasolina prácticamente regalada, penan por conseguir automóviles por la caída estrepitosa de la produccion y deben esperar por ellos más de un año, sentados en montañas de bolívares que se deprecian cada día.
Las ensambladoras de vehículos en Venezuela enfrentan su peor año, fabricando apenas una quinta parte de los automóviles que producían el año pasado y con cinco plantas paralizadas por la falta de insumos importados en medio de una sequía de divisas que asola la economía local desde 2013.
Cuatro de las siete ensambladoras en el país, Toyota, Ford, Chrysler e Iveco, han detenido paulatinamente su producción desde febrero, pese a las varias advertencias hechas al Gobierno venezolano al no recibir divisas para operar en el marco del control de cambio.
En consecuencia, la producción acumula una fuerte caída de 82,6% en 2014 respecto al año 2013, según la Cámara Automotriz de Venezuela. En cinco años la industria se ha reducido a la mitad.
Ante esta crisis el gobierno del presidente Nicolás Maduro convocó esta semana a representantes locales de Ford, Chrysler, Toyota y General Motors (GM) a reuniones para abordar lo que los funcionarios han llamado «nudos críticos», para referirse a problemas como los retrasos en las liquidaciones de divisas a las fábricas, calculados en casi USD 2.800 millones.
Aunque el gobierno anunció que GM no cerrará sus plantas este año, dirigentes sindicales habían afirmado previamente que esas dos fábricas detendrían la producción durante mayo pues no tenían insumos.
Concesionarios vacíos
La crisis de producción y oferta de vehículos es notoria desde hace años. Las redes de concesionarios de las distintas marcas casi no tienen unidades para vender, y muchas se sostienen al ofrecer servicios de mantenimiento a los automóviles.
Allí, en algunos puntos de venta, los vigilantes cuidan solo paredes y ventanales, y los empleados que quedan atienden escritorios sin clientes. A los compradores solo les queda aguardar en las listas de espera de más de un año para poder comprar un vehículo nuevo.
La clase media y alta se había volcado en los últimos años a comprar vehículos como forma de protegerse de la inflación, que actualmente cuadriplica la tasa de interés de los depósitos bancarios.
Pero como la demanda supera a la oferta, muchos tienen que acudir al mercado de segunda mano, donde los vehículos usados son más caros que los nuevos, cuyos precios están controlados por el gobierno.
Por ejemplo un Mitsubishi Lancer 2014 nuevo cuesta 458.000 bolívares (45.800 dólares a la tasa oficial, 6.500 dólares del mercado negro). El mismo vehículo del año 2012 de segunda mano cuesta alrededor de 1,3 millones de bolívares (130.000 dólares oficiales y 18.500 dólares del mercado negro).
Una familia de clase media necesita en promedio cuatro años de ingresos para comprar ese Mitsubishi de segunda mano. Y una transacción puede mover un baúl completo de efectivo en un país en el cual el billete de mayor denominación es de 100 bolívares, o sea menos de un dólar y medio a la ilegal tasa de cambio de la calle.
Alarma en el sector
El retroceso vivido durante el año 2014 ha alarmado a directivos y trabajadores de las empresas, que consideran que es el peor para la industria desde la huelga nacional en 2002-2003 contra el entonces presidente Hugo Chávez, fallecido el año pasado.
«Podemos perder los puestos de trabajo, los trabajadores somos quienes más sufrimos. Hay problemas y no se habla claro, los acuerdos que no se concretan, no hay fecha para otorgar las divisas y por ende desconocemos cuándo arrancarán las plantas», explicó a la AFP el dirigente de la Federación Unitaria de los Trabajadores Automotrices, Autopartes y Conexos (Futaac), Christian Pereira.
Según esta Federación las ensambladoras generan 11.000 empleos directos. Y si se le suman las empresas relacionadas con la industria, se abarcan 100.000 puestos de trabajo, poco menos del 1% de la población ocupada en el mercado laboral.
Las medidas que ha tomado el Gobierno, como permitir al sector automotriz obtener hasta 220 millones de dólares en una subasta oficial de divisas, o devolver 77 millones en impuestos en moneda local, no lucen suficientes ante la magnitud de la deuda en divisas no liquidadas a las firmas.
Datos del Ejecutivo venezolano revelan que el sector automotriz ha recibido en 2014 menos de 1% de las divisas para importar, en momentos en que los venezolanos padecen una inflación anualizada de 59,4% y que el Banco Central reporta índices de escasez de 50% en medicinas y 29,4% en alimentos para el mes de marzo.