Cuando se escriba la historia de las personalidades del siglo XX más influyentes, el nombre del Papa Juan Pablo II estará entre los grandes protagonistas de esa centuria. El poeta polaco Julius Slowacki escribió proféticamente en 1848 lo siguiente: “Miren al Papa eslavo que ya llega, un hermano del pueblo; Ya vierte el bálsamo del mundo en nuestro pechos; Y el coro de ángeles cubre para él de flores el trono”. Y efectivamente de Polonia salió Lolek, como llamaban a aquel muchacho en Wadowice donde vivió y trabajó como actor y hasta minero de piedra y carbón. Fue incluso poeta bajo el seudónimo de Andrzej Jawien.
Hemos visto su canonización. Ningún antecesor suyo había recorrido el mundo llevando la fe de su credo como él. Visitó Lituania, Polonia, Corea del Sur, Venezuela, Suiza, Francia, Portugal, Estados Unidos, Gran Bretaña, Israel, Guatemala, México, Palestina, Grecia, Bosnia, Jordania, Alemania, Austria, El Salvador, México, Honduras, Túnez, Cuba, Ucrania, Filipinas, Nueva Guinea, Nicaragua, Zaire, Canadá, Azerbaiyán, El Líbano, Chile, Paraguay, Tailandia, Australia, Singapur, Nueva Zelanda, Islas Fidji, Angola, Rumania, Georgia, República Dominicana, Mozambique, Brasil, Holanda, Perú, Marruecos, India, Italia, España y otros países. Dónde no estuvo.
Conoció la belleza de las montañas, el esquí, las excursiones, el servicio militar impuesto, vivió la ocupación nazi de su país, lo que significa la guerra, vio de cerca la cara de los dictadores como Strossner, Pinochet y Fidel Castro, el dolor de ser atropellado por un camión alemán en 1944 y el de un atentado en 1981, el mal de Parkinson, saboreó con humildad las aclamaciones, a pesar de decirse que “El Papa es el hombre más solo del mundo” y sobre todo nos dejó aquello de “Amigo soy, soy amigo”. En su obra “El nido del cual provengo” puede el lector encontrar toda clase de anécdotas vividas por ese gran Pontífice. Cuando pudo volver al que fuera su apartamento en Wadowice, llegó a exclamar “no hay como sentirse en casa”.
Ante un altar en San Salvador dedicado a monseñor Romero, el obispo asesinado, pudo leer sobre el fin de la vida: “Sabía que llegarías, la muerte sin avisar, pero la muerte es semilla, cuando el pueblo está detrás”.
El Papa Francisco le regala al mundo dos santos más: Juan XXIII, el Papa Bueno como se le llamó, el Papa del Concilio Vaticano II a quien tanto le debe la Iglesia católica, quien fuera ya beatificado en el año 2000. Su verdadero nombre era Ángelo Giuseppe Roncalli. Fue Patriarca de Venecia, realizó una gran labor antes de su pontificado en Turquía, Bulgaria y Gracia y es el Papa de las Encíclicas famosas Mater et Magistra y Pacen in Terris. Y es también Santo ahora el Papa Juan Pablo II, el Papa Coraje que no dejó nunca de ser Karol Wojtyla. Hoy en el cielo lo estarán aplaudiendo todos los santos de la eternidad, pero sobre todo los 1300 santos y beatos que él elevó a los altares en los días de su pontificado.