Cientos de miles de personas han colmado la plaza de San Pedro en lo que constituye una jornada histórica de confluencia entre cuatro papas: el papa Francisco y el papa emérito Benedicto XVI honrarán y declararán santos a Juan XXIII y a Juan Pablo II, en la primera canonización conjunta de dos pontífices.
Aunque la ceremonia en sí es extraordinaria, la presencia de Benedicto agrega otra dimensión histórica: nunca antes un papa reinante y uno retirado habían celebrado una misa en público, mucho menos en una ocasión en que se honrara a dos de sus más famosos predecesores.
La presencia de Benedicto también refleja el balance que Francisco tuvo en consideración al canonizar a Juan XXIII y Juan Pablo II, que muestra la unidad de la iglesia al honrar a un papa conservador y un liberal.
Benedicto, de 87 años, llegó a la plaza de San Pedro por su propio pie entre aclamaciones de la multitud. Vistiendo ropajes blancos y la mitra blanca de los obispos se sentó junto con otros cardenales pero se incorporó para saludar al presidente de Italia cuando éste llegó a la misa.
El Ministerio del Interior italiano predijo que un millón de personas atestiguarían la misa desde la plaza, las calles adyacentes y las plazas cercanas, donde se colocaron pantallas gigantes para que la gente pudiera seguir la ceremonia.
Cuando comenzó la ceremonia, la Via della Conciliazione, la principal avenida que lleva a la plaza, las calles cercanas y los puentes que cruzan el río Tíber estaban abarrotados.
Peregrinos polacos que agitaban banderas con los colores rojo y blanco de la amada patria natal de Juan Pablo II estuvieron entre los primeros en llegar a la plaza desde antes del amanecer del domingo; eran contenidos por trabajadores de protección civil que llevaban chalecos de colores reflectantes que intentaban mantener el orden.
“Cuatro papas en una ceremonia es un suceso fantástico de ver y de estar presentes, porque es historia escrita frente a nuestros ojos», dijo maravillado el polaco David Halfar.
“Es maravilloso ser parte de esto y vivir todo esto», agregó.
El Vaticano puso fin el sábado a semanas de conjeturas y confirmó que el papa retirado Benedicto XVI, de 87 años, participaría en la canonización.
La mayoría de los que llegaron primero acamparon durante la noche al aire libre sobre colchones inflables y colchonetas a lo largo de calles laterales que conducen a la plaza. Otros no habían dormido para nada y participaron en vigilias de oración nocturnas celebradas en una decena de iglesias en el centro de Roma.
En las primeras horas de la mañana la atmósfera en la plaza era pacífica y callada, tal vez provocada por el cielo gris y el cansancio de quienes no durmieron, diferente del ambiente festivo y de mayo de 2011, cuando Juan Pablo II fue beatificado y en el que grupos de personas bailaron y cantaron durante horas antes de la misa.
Esta acción sienta un notable precedente para la Iglesia Católica, que tiene 2.000 años de antigüedad, porque jamás se había visto a un pontífice y un ex pontífice celebrar una misa juntos en público.
Benedicto XVI había prometido permanecer “oculto frente al mundo» después de que renunciara el año pasado, sin embargo, Francisco lo convenció de salir de su retiro y le solicitó que participe en las actividades públicas de la iglesia.
La canonización del domingo es la primera en la que dos papas serán declarados santos al mismo tiempo.
La decisión de Francisco de canonizar a dos grandes líderes espirituales cristianos del siglo XX constituye un delicado acto de equilibrio, porque concede un nuevo santo a cada sector de la Iglesia, tanto a conservadores como progresistas.
Juan, quien reinó de 1958-1963, es un héroe de los católicos liberales ya que convocó al Concilio Vaticano II. En esas reuniones la iglesia adoptó medidas para modernizarse como la celebración de la misa en lenguas locales en lugar del latín y la promoción de un mayor diálogo con integrantes de otras creencias, especialmente con los judíos.
Durante su papado de un cuarto de siglo, de 1978-2005, Juan Pablo II apoyó en el derrocamiento en comunismo en Polonia a través del apoyo al movimiento Solidaridad. Su condición de trotamundos y el lanzamiento de las muy populares Jornadas mundiales de la juventud estimularon a una nueva generación de católicos, mientras su defensa de la doctrina tradicional fortaleció a los conservadores luego de los turbulentos años 60.
“Juan Pablo era nuestro papa», dijo Therese Andjoua, una enfermera de 49 años que viajó desde Libreville, Gabón, junto con otros 300 peregrinos para presenciar la ceremonia. Vestía un atuendo africano tradicional con las imágenes de los dos nuevos santos adheridas.
“En 1982 él fue a Gabón y cuando llegó besó la tierra y no dijo: `Levántense, avancen y no tengan miedo»’, recordó mientras descansaba en una tarima de botellas de agua. «Cuando escuchamos que iba a ser canonizado, nos levantamos».
Es espera que reyes, reinas, presidentes y primeros ministros de más de 90 países asistan a la ceremonia. Unos 20 líderes judíos de Estados Unidos, Israel, Italia, Argentina _el país de nacimiento de Francisco_ y Polonia, también participarán en una muestra clara de la mejoría de las relaciones entre católicos y judíos alcanzada en los papados de Juan y Juan Pablo.