Quizás muchos venezolanos piensan que el diálogo acordado entre gobierno y oposición, y acompañado por el Vaticano y Unasur, apunta demasiado mal, dadas las características de su primer debate, el cual se llevó a efecto el 10-04-2014 y fue difundido por radio y televisión en cadena nacional. Muchos también, entre ellos me cuento, creemos que su inicio fue muy acertado.
Particularmente creo que tanto el gobierno como la oposición, después de quince años sin comunicarse formal, democrática y civilizadamente, le enviaron al país un mensaje que podría tornarse en promisorio, si las próximas jornadas son dedicadas a buscarle solución a las calamidades que acumuló Venezuela, durante el largo período del gobierno anterior, cuyo desempeño computó catorce años.
En efecto, esa noche inaugural del diálogo, podríamos decir que ambos bandos se desahogaron frente a frente, de cara a cara, de todo cuanto habían reprimido en tan larguísimo tiempo, si asumimos que, ciertamente, como reza nuestra Constitución, vivimos en un Estado Democrático, Social y de Justicia. De esto último necesitamos ver hechos y palabras que más coincidan con el texto de nuestra Carta Magna.
Aunque nunca he hecho estudios formales en la carrera de Psicología, es obvio que ese primer debate fue un largo, profundo y público ejercicio de análisis transaccional (agradezco la crítica a la que haya lugar, si es que estoy equivocado). Cada participante trató de exteriorizar todo el malestar que, desde hace quince años, turbaba su espíritu. A nuestro juicio, nadie debería, con las mesas de trabajo específicas, volver a lo que ya se dijo y el pueblo vio, escuchó y conoció. El drenaje parece suficiente. De ahora en adelante, Venezuela quiere y necesita soluciones. El país espera soluciones concretas y rápidas.