Los que en los años sesenta y setenta del pasado siglo, inspirados en los brasileños Paulo Freire y Pablo de Tarso, del boliviano Remo Di Natale y de los franceses Alain Barrere, Joseph Folliet, Enmanuel Mounier y Jacques Maritain, luchamos por llevar la democracia representativa a una la democracia participativa, jamás imaginamos lo que iba a ocurrir en poco tiempo.
Un pueblo ingenuo, situado en una dimensión emocional, se dejó engañar por el militarismo y se le sustituyó aquel anhelo, por una democracia de adhesión o por lo que los rusos que adversan a Putín llaman democracia conducida. Deslumbrado por procedimientos novedosos se entregó a los caudillos neofascistas, más peligrosos por sofistas embaucadores.
En Venezuela esta falsa democracia dio por llamarse “el socialismo del siglo XXI”, que no consiste en nuevas fuentes de trabajo y disminuir el desempleo, sino acostumbrar a la población de menos recursos al asistencialismo, a través de las llamadas misiones, que no son sino limosnas que mantienen la pobreza, permitiendo al mandatario autoritario a convertirse en “Padre de la Patria Nueva”, “Benefactor de la Patria”, Führer, o “Benemérito” o “Un chofer en el poder”
Este dominio del Estado sobre la sociedad civil, a través de los militares que le son fieles y del proyecto de partido único, por ahora dominante (PSUV), a bestializado a una parte del pueblo a través de odio e intolerancia, centraliza el poder, desangra al país a través de las importaciones y cierre de industrias, impulsa el exilio de médicos y educadores inteligentes, acaba con el pluralismo como ocurrió en los regimenes comunistas y mediante un integrismo, mezcla de religión y política con practicas de brujería y magia satánica, controla el poder.
La prueba más reciente de esta democracia inauténtica, apoyada por favores mutuos de algunos gobiernos, es la creación de la “Misión Hijos de Venezuela”, que favorece el embarazo precoz y la paternidad irresponsable. Inspiración de la Italia de Mussolini, donde se reduce la mujer a un recurso del gobierno, a una industria zoológica. El régimen necesita madres solteras que produzcan hijos de la patria socialista. Una oposición muda y quieta que busque más al pueblo elector y no la denuncia y la protesta callejera, queda a merced de un imponderable que la favorezca.
Venezuela necesita recuperar una democracia auténtica, es el tema de la búsqueda permanente de la patria ideal. Un país con los poderes secuestrados, con medios de comunicación cerrados o acorralados, donde el derecho a la denuncia se convierte en una amenaza de muerte para el que la asume, donde no hay control del presupuesto, ni de las partidas secretas, con presos políticos y exiliados, es un pueblo que se está muriendo.
La política venezolana se encuentra en una alternativa, o se encamina por la vía de la conciliación o será la asechanza sobre los opositores la que siga practicándose. Eso será una dictadura, nunca una democracia.
La democracia conducida
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