La santidad es imitar la virtudes de Cristo, amando y cumpliendo los mandatos de Dios como Él lo hizo en su paso por este mundo. Es el llamado que, generación tras generación, hace la Iglesia Católica por el bien de las almas.
Y el próximo 27 de abril, la santidad se hará realidad para dos pontífices que si bien partieron a la eternidad, ahora gozarán de una gracia celestial superior, con la cual podrán interceder de forma poderosa a favor de los creyentes.
Sólo Dios obra los milagros, destaca el arzobispo de Barquisimeto monseñor Antonio López Castillo, a propósito de la canonización de los papas Juan Pablo II y Juan XXIII, a realizarse el domingo que viene en la ciudad del Vaticano, Italia.
Sin embargo, la intercesión de los santos es uno de los recursos de misericordia que más defiende la Iglesia Universal fundada por Jesucristo.
Eucaristía de acción de gracias
El domingo, el Arzobispo presidirá una eucaristía en acción de gracias por las dos nuevas canonizaciones, en la iglesia Catedral a las 8.00 de la mañana.
Por la Arquidiócesis, acudirá a la ciudad de Roma, el sacerdote diocesano Jesús Lárez. Con novenas y oraciones, se preparan los fieles de la Iglesia local para la elevación a los altares que promueve el papa Francisco, primer pontífice latinoamericano.
Monseñor López Castillo, continuó explicando que la elevación a santos de estos sucesores de San Pedro, trae además un significado especial para los católicos. Se trata de la posibilidad de estar también en los altares del Reino.
“No son seres sobrenaturales los que pueden alcanzar el cielo, son terrenales como nosotros quienes deben forjar el camino de santidad para que las obras buenas hablen ante Dios; todos podemos ser santos”, exhortó.
De Juan Pablo II y de Juan XXIII, dijo, se aprende la humildad y servicio desinteresado por los más desposeídos. “Son modelos de vida cristiana; anunciaron a Cristo con su propio testimonio, uniendo a los hijos de Dios, en medio de las adversidades”.
Fiesta de la Divina Misericordia
La canonización de los pontífices coincide con la fiesta de la Divina Misericordia, celebrada el domingo siguiente de la Resurrección del Señor.
Celebración instituida, precisamente, por el papa Juan Pablo II durante su servicio petrino.
Cada vez es mayor la devoción a Jesús misericordioso, a quien adoran por su entrega amorosa en la cruz; se aprecia la expiación de los pecados gracias al sacrificio que Cristo manifestó con el plan de Salvación.
Es también en la fiesta de la Divina Misericordia, donde se difunde el rezo de la coronilla que inspiró Jesucristo a Sor Faustina, la santa encargada de promover la oración dirigida al Redentor.
“Por la pasión dolorosa de Jesús, ten misericordia de nosotros y del mundo entero”, se responde a lo largo del rosario que es rezado en todo el mundo, a las 3.00 de la tarde y de la madrugada.
