Con el Réquiem de Mozart y al son del vallenato, los colombianos despidieron este martes en medio de un fuerte aguacero a su fallecido premio Nobel Gabriel García Márquez, quien fue homenajeado en una ceremonia solemne en la Catedral de Bogotá.
El acto de hora y media arrancó con la entrada a la catedral del presidente colombiano, Juan Manuel Santos, acompañado por su esposa María Clemencia Rodríguez y dos de sus hijos, mientras sonaba la música de la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia.
«Las palabras de Gabo han estado siempre en nuestras casas, en nuestras bibliotecas, en nuestros periódicos, en nuestras revistas (…), pero sobre todo en nuestros corazones», dijo el mandatario, un día después de asistir al tributo en la capital mexicana en honor a García Márquez, quien murió allí el jueves a los 87 años.
«Cuánta gratitud, cuánto cariño, cuánta admiración albergan hoy nuestros corazones cuando le decimos adiós al más grande exponente no sólo de las letras nacionales, sino del alma colombiana», añadió Santos, pidiendo homenajear al Nobel leyendo su obra y alcanzando la paz en este país azotado por un conflicto armado desde hace medio siglo.
Durante el acto, en el que el arzobispo de Bogotá, Rubén Salazar, dirigió también unas oraciones, el protagonismo recayó en la música que tanto disfrutó en vida el Nobel colombiano.
Los músicos de la Orquesta, que llevaban mariposas amarillas prendidas en sus sobrios trajes negros, así como en sus atriles, interpretaron como pieza central el Réquiem de Wolfgang Amadeus Mozart y continuaron con piezas corales.
El cierre, que vino luego de una ovación de pie solicitada por Santos, fue con el popular vallenato «La casa en el aire», de Rafael Escalona, quien fue además gran amigo de García Márquez.
Interpretado por la propia Orquesta Sinfónica, el vallenato dio un toque alegre al acto, aportando el «ánimo de fiesta» que García Márquez describió en un cuento nunca terminado, en el que vislumbró su muerte y un cortejo fúnebre con tintes de parranda.
El pasillo de acceso a la catedral fue adornado con rosas amarillas, a modo de guiño para el ganador del Nobel en 1982, que las consideraba de buena suerte y parte del rito indispensable para sentarse a escribir cada mañana.
Ministros y expresidentes colombianos como Belisario Betancur (1982-1986), César Gaviria (1990-1994) y Ernesto Samper (1994-1998) asistieron al acto fúnebre, al que también tuvieron acceso algunos de los cientos de ciudadanos que hicieron fila a las afueras del templo.
«Vine a ver si nos traen a Gabito. Aunque yo lo veo difícil, debería volver a aquí, donde nació», dijo a la AFP Graciela Cañón, una pensionada de 72 años que sostenía una flor amarilla mientras esperaba ingresar a la catedral, pidiendo que las cenizas del Nobel reposen en Colombia.
En la céntrica plaza de Bolívar, pantallas gigantes fueron dispuestas para que quienes no pudieran ingresar al acto lo siguieran desde afuera. Sin embargo, el aguacero que cayó durante la ceremonia ahuyentó a quienes se acercaron.
Este acto fue el primero de una serie de reconocimientos que se le harán en su país natal para honrar al «más admirado y querido» de los colombianos, como llamó Santos a García Márquez el 17 de abril, día de su fallecimiento a los 87 años.
Después de esta ceremonia, el miércoles, Día internacional del libro, se realizará en Colombia una lectura masiva de «El coronel no tiene quién le escriba» en más de mil bibliotecas públicas, escuelas y parques.
Y durante la Feria del Libro de Bogotá, que arrancará la próxima semana, se expondrán obras de su biblioteca que él mismo había donado al gobierno colombiano, para que sus compatriotas conozcan qué le gustaba leer al Nobel.