El sacerdote polaco que encabezó el proceso de canonización de Juan Pablo II afirmó el martes que no existen pruebas de que el difunto pontífice tuvo «participación personal» alguna en el escándalo de la congregación religiosa Legionarios de Cristo.
Juan Pablo y sus más íntimos colaboradores solían presentar a los Legionarios y su fundador, el difunto reverendo Marcial Maciel, como modelo para los fieles, a pesar de que el Vaticano poseía desde hacía décadas documentos con denuncias fidedignas de que Maciel era un pedófilo y drogadicto con una vida espiritual cuestionable.
Monseñor Slawomir Oder dijo el martes que, de acuerdo con los documentos disponibles en la causa de canonización, «no hay señales de participación personal del Santo Padre en este caso».
Oder no mencionó a los colaboradores más estrechos de Juan Pablo, que se contaban entre los partidarios acérrimos de Maciel. Estos cardenales todavía elogiaban la obra del religioso mexicano años después que el Vaticano le ordenó en 2006 observar una vida de penitencia y oración por haber abusado sexualmente de seminaristas.
No han aflorado documentos que sugieran que el mismo Juan Pablo hubiera sabido que Maciel era un pedófilo y un fraude. Pero el caso fue fuente de preocupación para dos dependencias del Vaticano, la Congregación para los Religiosos y más adelante la Congregación para la Doctrina de la Fe, que en 1998 recibió una denuncia legal de media docena de exsacerdotes de la congregación de que Maciel había abusado sexualmente de ellos.
El caso languideció hasta que Maciel fue sentenciado en 2006, un año después de la muerte de Juan Pablo.
Muchas de las víctimas de Maciel acusan al círculo íntimo de Juan Pablo de haber intervenido para impedir que el caso fuera llevado adelante y, más recientemente, de haber prevenido una investigación exhaustiva de cómo el fraude de Maciel pudiera prolongarse durante tanto tiempo.
Cuando se le preguntó el martes sobre el desempeño de Juan Pablo frente a los abusos sexuales, el vocero del Vaticano, reverendo Federico Lombardi, señaló que la santidad no es juicio sobre un papado ni la evaluación sobre la perfección de alguien en vida.
«Lo importante es que las intenciones fueran rectas y que hubiese respeto», afirmó. «Esto no significa que la persona fuese perfecta».
El escándalo de los legionarios es el caso más notorio de cómo la jerarquía de la Iglesia católica durante décadas se hizo de la vista gorda ante los abusos sexuales y prefirió proteger la institución. El papa Benedicto XVI tomó control de los Legionarios en 2010 y estableció una serie de reformas. El papa Francisco considera ahora si aprobará la nueva constitución de la congregación.