Los calvarios representaron desde tiempos remotos una señal cristiana, un símbolo de dominio de la iglesia de Jesucristo.
Fueron construidos de barro y tierra pisada, con la que se elaboraban adoboncitos. Algunos eran recubiertos con un friso de arcilla que al secarse, pintaban de blanco y/o azul. Unos eran huecos y otros rellenos de piedras y todos, por supuesto, con una cruz en madera o metal clavada en el centro de la estructura.
Según investigadores e historiadores, los calvarios eran símbolos de “rescate de la vida pagana” y algunos afirman que se construían “a los cuatro vientos” para alejar pestes y los demonios de los pueblos.
Y en ese contexto, en Cabudare se levantaron estas señales de la fe como sinónimo de la misma y de la gratitud del pueblo, y “era una costumbre de los caminantes colocar piedras y rezar una oración al conseguir en su camino cruces. Estas, se usaban comúnmente en el medio rural, como lo fue en su totalidad este municipio, para celebrar cosechas y brindarle cantos a la Cruz de Mayo”.
Testimonios de costumbristas y cronistas, afirman que en Cabudare se colocaron cuatro cruces en los puntos cardinales para proteger al pueblo de epidemias y malas influencias. Hoy son un triste patrimonio en ruina.
Para alejar el cólera
A un costado del antiguo camino real de los llanos, en el lado este de Cabudare, hoy avenida Libertador, se construyó en 1856, un gran pedestal de ladrillo para soportar una cruz de metal, con el propósito “de alejar el cólera morbos” que diezmaba a la población.
El 3 de mayo de 1913, Cabudare celebró el Día de la Cruz con una entusiasta procesión multicolor, que concluyó en el Monumento a la Cruz Salvadora, en donde sus asistentes portaban banderas de colores azul celeste y blanco, con la inscripción siguiente: In hoc signo vinces, que en latín significa con este signo vencerás.
Allí, bajo la égida del gran monumento, todas las enseñas fueron bendecidas en medio de la eucaristía. Actualmente, debajo de esta cruz se realiza el Velorio del Sepulcro.
Otro calvario fue instalado en el lejano sector de Pueblo Nuevo, ubicado al sur de Cabudare, a un extremo de la actual calle Juan de Dios Meleán.
Al norte se clavó una tercera cruz, en el barrio Cuba, a un lado del buco Mayalero, que sería la otra entrada al pueblo, “en donde existió el llamado Cementerio del Cólera”.
Al oeste, en el callejón Linares con avenida Libertador, a finales del siglo XIX, se erigió la Cruz del Calvario. Era otra de las entradas a Cabudare desde El Campamento (sector Cruz Blanca de Barquisimeto) por Zamurobano, pasando por el caserío Tarabana.
En recordatorio de la Divina Pastora
Bajo la piadosa rogativa del presbítero Yuste Vilar, la imagen de la Divina Pastora fue traída a la comarca cabudareña en 1919, en misión pastoral a varios caseríos en donde se levantaron calvarios para su recordatorio.
En La Piedad, un calvario señala: “Se levantó esta cruz como recuerdo de las misiones dadas por el Presbítero L. Yuste Vilar en la visita de la Divina Pastora, durante los días 20, 21 y 22 de marzo de 1919.
Otra cruz se alza en La Montaña para rememorar el peregrinaje de la Pastora de Almas y de las misiones que con la imagen hizo a este lugar el sacerdote en referencia, el 23 de abril de 1919. Una placa da cuenta que la Santa Cruz se estableció allí, a iniciativa de Rufino Bastidas.
Entre los límites de los caseríos La Montaña y Zanjón Colorado, se instaló una cruz en recuerdo de la Santa Misión y Padres Misioneros el 19 de noviembre de 1965.
En la entrada añeja al camino de El Placer, vecino a la casona de la familia Sosa, los habitantes del caserío Zanjón Colorado edificaron un calvario para la protección del sitio.
Para agradecer por los cultivos
Como símbolo de la gratitud de los hacendados y jornaleros del Valle del Turbio, a principio del siglo XX, en El Taque, Flor Peraza construyó un calvario tipo sepulcro.
En abril de 1946, Pedro Rojas hizo lo propio en el caserío El Tamarindo, zona fértil para el cultivo de maíz, caña de azúcar, naranjas y granos.
En Chorobobo, los vecinos también levantaron una cruz de unos tres metros de altura, en mayo de 1962, en la entrada de la antigua hacienda San Marcos, otrora propiedad del presbítero Andrés Torrellas, nacido en el sitio en noviembre de 1785 y quien tomó armas con los realistas y más tarde en las filas patriotas en la Guerra de Independencia.
En correspondencia por las cosechas y las fértiles tierras del Valle del Turbio, se cimentaron otras cruces en El Mayal, La Isla, Coco e’ Mono, El Platanal (estado Yaracuy), dos más en Chorobobo (plaza del caserío y a la entrada del antiguo Central Azucarero Versalles), una segunda en El Tamarindo y un calvario cilíndrico de ladrillo frisado en Patio Grande, con una data superior a los 150 años.
En el sitio de Cocorotico, en la posesión de Estaquio Yépez, se fabricó un calvario el 20 de mayo de 1964. Por esos días, en El Placer se situaron más cruces que aún existen, “para alejar las epidemias y los malos espíritus”, según Marcelino Castillo, calificado como libro viviente de la comunidad.
Cantos y velorios en Agua Viva
En 1928, un grupo de vecinos de Agua Viva vinculados con los cantos de velorio tomaron la iniciativa de construir un calvario en el cerro más alto de la localidad, sitio que pronto sería llamado Cerrito de la Cruz.
Fue entonces cuando José del Carmen Quebedo, Juan Vicente Rodríguez y José de los Santos Guédez, levantaron la cruz que inicialmente fue de madera y con el paso del tiempo, en 1960, Carlos Espinoza, otro vecino, la remplazó por un monumento de concreto, en donde cada 3 de mayo se realiza una hermosa rogativa en el Velorio de la Cruz, así como en la Semana Mayor, el velorio al Santo Sepulcro. Esta infraestructura fue decretada en 1996, Parque Monumento a la Cruz.
Actualmente estos monumentos añosos, que evocan el pasado religioso de Palavecino, se tropiezan con el abominable rostro del olvido. Sí, son ruinosas cruces erguidas en la paciente espera de la atención gubernamental.