“Aquello nos une es más fuerte que todo lo que nos separa”, esta premisa filosófica es fundamental cuando existen partes en conflicto que deciden iniciar un proceso de diálogo.
Según la psicóloga, educadora y mediadora del Centro de Resolución de Conflictos del Colegio de Abogados del estado Lara, Jeanette Bastidas de Raydán, lo que se registra en el país son los preparativos para un proceso de diálogo que permita establecer una verdadera cultura de paz.
La reunión realizada esta semana entre representantes de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) y el ejecutivo nacional, trae a colación dos términos fundamentales: diálogo y mediación. “El concepto de diálogo es general y básicamente tiene que ver con un intercambio entre personas, implica que cada parte intente entender lo que escucha y a la vez para que expresen que dialogar es parte del sistema de justicia venezolano. Permite compartir opiniones, ideas, emociones, sentimientos, inquietudes, novedades, etc.”
El diálogo forma parte del sistema de justicia venezolano. A partir de la Constitución Nacional de 1999. “La negociación, la mediación y el arbitraje son técnicas reconocidas como componentes del sistema de justicia, y en ese sentido las decisiones que se toman desde la mediación tienen el efecto de ‘cosa juzgada’, es decir peso legal”.
La mediación es un mecanismo alternativo, no convencional y avanzado, de gestión de las diferencias. “Es un tipo de diálogo muy especial, el cual hace posible que grupos o sectores enfrentados por tener ideas y creencias constrastantes, puedan ponerse de acuerdo; la mediación como proceso técnico de gestión pacífica de los conflictos o diferencias, tiene como característica la incorporación de un tercer actor entre las partes que discrepan”, detalla la especialista.. Considera que la presencia de Unasur y El Vaticano, pudiera tratarse de una facilitación o gestión para que las partes se sienten a conversar, aunque en un futuro podría convertirse en mediación.
Un mediador debe poseer ciertas características: debe tener formación y experiencia en la gestión pacífica de los conflictos, debe ser aceptado por las partes y está obligado, ética y moralmente, a no aliarse con ninguna de las partes. “Al mediador o mediadora no le corresponde tomar decisiones, solo debe conducir el proceso de diálogo que hace posible las decisiones de las partes”.
El fin de una mediación es facilitar el diálogo entre partes que no quieren escucharse, ni decidir a favor de la cultura de la paz, un ejemplo claro se da en el proceso de diálogo que existe entre el gobierno colombiano y la guerrilla FARC.
Disposición al cambio como clave
El proceso de diálogo debe ser libre, acordado y de mutua reflexión, explica Bastidas y señala que una de las partes debe estar dispuesta a cambiar para garantizar el éxito y la solución constructiva del conflicto.
Bastidas recuerda que el diálogo es efectivo cuando se desarrolla en un terreno neutral, cuando las partes demuestran buena fe y se incluyen en el proceso a todos los actores involucrados, sin exclusión. En Venezuela es fundamental la participación del movimiento estudiantil.
El diálogo se puede dar sin mediación, pero la mediación no es posible sin el diálogo, acota. “Cuando se comienza a conversar se puede dar paso a cierto nivel de confianza, lo que pudiera resultar en el establecimiento de una negociación y de acuerdos. Es posible, que la presencia de los cancilleres extranjeros permita destrancar el juego entre los actores y en ese caso solo serían acompañantes o testigos del proceso”.
-¿Qué rol juegan los ciudadanos que están en desacuerdo con el proceso de diálogo?
-Habría que preguntarse qué es lo quieren realmente estas personas… “¿quienes no están de acuerdo con la presencia de los cancilleres no quieren una mediación o no quieren una negociación, o será que sienten o perciben que no se están dando todas las condiciones para el proceso… será que desconfían de la buena fe de los acompañantes o los actores, o no se sienten representados? No podemos apresurarnos y señalar que se encuentran en resistencia”.
“Lo que sí es cierto, en una máxima probada mundialmente, es que lo que nos une es mucho más importante y significativo que lo que pueda separarnos. ¿Qué nos une? Somos humanos, somos habitantes de un mismo territorio, tenemos tradiciones similares, una historia y un idioma común, y fundamentalmente que tenemos las mismas necesidades, entre ellas la de alimentación y para ello necesitamos conseguir alimentos de la mejor calidad posible, a un buen precio”, concluye.