Describirla en unas cuantas líneas sería insuficiente, pues su efervescente personalidad merece horas y horas de conversa cara a cara, charlas amenas que no llegan a aburrir y que relatan la historia de una mujer cuyo corazón está dividido en dos partes iguales: Una que adora al Santísimo con total fervor y otra que lucha sin descanso por la justicia terrenal, el respeto de las diferencias y la unió de los hermanos
No tiene alas, pero sin duda alguna es un ángel. No regaña ni sermonea, pero sus consejos llegan al alma. No es extremista ni fanática, pero su fe brota a borbotones por cada uno de sus poros. Conversó con Dios una que otra noche, pero siempre amó al prójimo como a sí misma. No nació monja ni se crió en iglesias. Vivió al máximo una infancia normal y su adolescencia fue igual a la de cualquier otra chica de su época. Tuvo enamorados, bailó hasta más no poder y fue de fiesta en fiesta.
Sensible ante el sufrimiento ajeno, su misión siempre fue ayudar a los demás, hacer justicia y rescatar los valores perdidos. Se debatió entre psicología y derecho, hasta que finalmente esta última profesión terminó convirtiéndose en uno de sus más grandes amores. Hoy, tras sentir el llamado de Dios en su corazón es abogada y religiosa, racionalista y mujer de fe, fiel defensora de los pensamientos de Bolívar y apasionada de las luchas humanas. Hoy recorre las calles de Barquisimeto, bandera en mano, clamando libertad. Hoy, desde la primera fila, protege y defiende a los estudiantes de los temibles tentáculos de la represión y dedica su rosario diario a una causa especial: Lograr que Venezuela vuelva a ser ese país hermoso, pacífico y unido que siempre fue.
Pertenece a las Pías Discípulas del Divino Maestro de la familia Paulina, al pueblo venezolano y a estas tierras crepusculares que la acogieron como una más de las suyas. Tiene su pedacito de cielo garantizado y un lugar privilegiado entre nosotros. Es justa, guerrera y consciente. Es risueña y sincera, humana y clara. Es, en resumidas cuentas, una “monjita” bastante particular, una mujer excepcional que se convirtió en la representación terrenal y de la misericordia divina.
Más que una entrevista…
Más que una entrevista, el encuentro con la hermana Lorena se convirtió en una suerte de conversación entre amigos y, aunque su historia nos sorprendió gratamente, nada tocó más nuestra sensibilidad que descubrir la valentía con la que esta dama, ataviada en su hábito, ha encarado la triste realidad de nuestro país, un país en el que ella también vive y que no sólo deben defender los estudiantes, un país que le duele, al que ama y por el que lucha, un país por el que decidió salir de la comodidad del hogar de su congregación para recorrer las calles con ambas manos ocupadas: En una, una bandera bendita que lleva un Cristo en uno de sus extremos; en la otra, ese rosario que cada tarde le dedica a la paz de Venezuela.
Para ella, no importa el inclemente calor que le puede producir caminar a plena luz del día embutida en tanta tela, ni mucho menos haber tenido que sacrificar su propia libertad por la de una joven inocente a quien apresaron injustamente. A ella no le duelen los insultos ni la paran las ofensas, no le afecta la lluvia ni la frena la guardia nacional. A ella, sólo le importa conseguir la paz con la que todos soñamos y regalarle a Venezuela un fututo plenamente feliz.
El motivo de una lucha…
“Siempre he llevado en mi sangre el sentido de la justicia y la igualdad. Las riquezas mal distribuidas, la miseria, las necesidades, la exclusión, la violencia y la falta de oportunidades me golpean muchísimo. Por eso, me entrego en cuerpo y alma a ese sentimiento de lucha por recuperar nuestro país y por devolverle a Venezuela su esplendor, pues en mi condición de religiosa estoy llamada a ser pan bendecido, partido y compartido para la vida del mundo.
Si mi gente está sufriendo, le están quitando sus derechos esenciales y la están asesinando, yo no puedo quedarme de brazos cruzados, pues soy parte de este pueblo y me siento en la obligación moral de luchar con él… La calle y la oración deben ir juntas, si quitamos uno de los dos elementos, el otro no funciona… ¿Por qué salgo a las calles? Por la violencia que estamos viviendo, la falta de dignidad y la violación de nuestros derechos humanos, por apoyo a esos jóvenes que se han convertido en el motor que ha hecho reaccionar a la sociedad civil, por ponerle punto final a la indolencia y por acabar con la indiferencia”.
Así, movida por este sentimiento, salió a pelear por su país, armada con su fiel rosario, una bandera y un Cristo, liderando las filas, ayudando a los heridos, bendiciendo a los estudiantes, orando por quienes día a día inundan la ciudad de valentía, esperanza y sueños e intercediendo por la libertad de Venezuela, la justicia, la paz y la verdad.
Imposible de olvidar…
El miércoles 12 de febrero fue la primera vez que manifestó. Sin saber qué le esperaría al traspasar el umbral de su puerta, se encomendó a Dios y partió al encuentro con un grupo de personas totalmente desconocidas para ella. Su presencia causó revuelo, pues hasta la fecha la Iglesia católica se había mantenido al margen, por lo menos en lo que a Lara respecta.
Ese día aún permanece en su memoria, se ha convertido en uno de esos recuerdos imposibles de olvidar, pues al caer la tarde y después de un palo de agua que los dejó a todos emparamados, lo que hasta ese momento era una caminata totalmente pacífica, se convirtió en una especie de batalla campal entre los estudiantes y la guardia nacional.
“Empezó una lluvia de piedras, los tanques nos bloquearon el paso y la guardia nos amenazó, pero los estudiantes siguieron firmes y, conmigo al frente orando por ellos, continuamos avanzando hacia adelante. Las emociones se exacerbaron y de repente cayó el primer herido, gota que derramó el vaso de la paciencia de los chicos y desató la verdadera guerra”
“Se llevaron a una chama, se llevaron a una chama” comenzaron a gritar, mientras juraban no abandonar las calles hasta que su compañera fuese liberada. En ese momento, la nobleza de la hermana Lorena se puso en evidencia una vez más, pues tras intentar dialogar en vano con los responsables de la detención de la chica, decidió intercambiarse con ella, convirtiéndose así en la primera religiosa en ser apresada, en el ángel guardián de quienes se encontraban privados de su libertad y en testigo ocular del maltrato físico, las humillaciones y las ofensas a los que fueron sometidos los jóvenes que allí se encontraban.
Desde ese día, su lucha es en la calle. A partir de ese momento, sus oraciones tuvieron un propósito diferente. Hasta la fecha, su llamado al diálogo y a la justicia sigue retumbando en cada esquina y hasta que la paz vuelva, la hermana Lorena, su rosario y su bandera, recorrerán Barquisimeto como símbolo de que Dios está con nosotros indicándonos cuál es el lado correcto de la historia.
Citas en la entrevista
“No puede haber justicia sin paz. La violencia se contrarresta con inteligencia, nobleza, sabiduría y magnanimidad”
“No debemos satanizar ningún bando. Hay que tratar de tener una visión crítica y objetiva para descubrir el bien que hay en uno y el mal que hay en otro
Fe y razón deben caminar juntas. La fe no puede vivir sin la razón porque podría caer en el fanatismo y la razón no puede andar sin la fe porque podría volverse destructiva”