Sobran los motivos, las palabras, sobran las razones y las ganas. Sobran las historias inspiradoras, como la de Daniel Antequera, uno de esos héroes estudiantiles que muestra con orgullo su bandera, la de tres colores y ocho estrellas, la que es de todos y no de unos pocos, la que es tuya y también mía, esa que aún en medio de diatribas políticas es capaz de arropar los sueños de millones, de estrechar las manos en medio de tormentas y turbulencias. Aquí la historia de un joven que vive y respira Venezuela
El panorama no podía ser más desolador, el aciago contexto, al calor de la grave situación del país, la misma que generó la salida del aire de RCTV, aquel agridulce 2007, comenzó a gestarse una suerte de “espacio de resistencia” a las arbitrariedades que desde el poder pretendía, más que silenciar a un “mago con cara de vidrio”, quebrar una ventana de expresión libre y plural, sólo que en esta oportunidad quienes elevaron la voz de protesta no fueron precisamente partidos y toldas políticas, en esta ocasión, un gigante, dormido por décadas, dio un paso al frente para gritarle al mundo con fuerza y espíritu de lucha: “¿quiénes somos? Estudiantes, ¿qué queremos? Libertad”.
Ahí, en medio de esa apasionada muchachada, impulsada por la esperanza de un futuro mejor, estaba la voz apacible pero protestataria de Daniel Antequera, un joven de 18 años, estudiante del primer semestre de Ingeniería Civil de la UCLA, que decidió tomar el testigo y liderar un movimiento regional que reivindicara los derechos para todos por igual, “uno comienza a luchar cuando te tocan lo que realmente te duele, el sentirse preso, sin poder tener la posibilidad de manifestar libremente te va llenando de indignación y coraje”, recuerda el chamo los días previos a la jornada electoral que llevó a detener la propuesta de reforma constitucional.
Para Daniel, el movimiento estudiantil que hoy lideran miles de jóvenes en todo el país es la continuación de la gesta que dio inicio hace ya más de siete años. Son las mismas razones que los llevaron a ellos a tomar las calles pacíficamente, vestidos de tricolor, con pancartas, pitos y cientos de consignas por lo que ellos creían era justicia: una Venezuela multicolor y variopinta, llena de esperanza y motivos por los cuales soñar.
“A nosotros nos tocó levantar a un gigante, llamarlo y estructurarlo. Comenzamos a tejer una red”, en medio de aquellas dificultades, Daniel explica que el reto era plantearle al país, lejos de tintes políticos, una salida a la crisis, sólo que, a diferencia de la protesta de hoy, el punto de inflexión y de quiebre era el referéndum del 2 de diciembre.
Pero la historia pareciera ser cíclica, “era tan bonito y puro el movimiento estudiantil que logramos involucrar a la sociedad civil en una misma idea”. Y no araron en el mar, como reza el popular refrán “a grandes problemas grandes soluciones”, semanas intensas de lucha y calle, le dieron a estos héroes en silencio un motivo para sonreír con aquella victoria con final de fotografía en la jornada electoral.
Daniel, hoy a sus 26 años, a la espera de su título de ingeniero no cree en atajos ni salidas violentas, apuesta a la paz, el respeto y la reconciliación de los todos, se niega a la posibilidad de buscar un futuro que no sea aquí en su país, pues para él, Venezuela tiene un talento humano incomparable, el mismo que a pesar de las adversidades siempre encuentra el ingenio y la creatividad para seguir adelante, para superar la carrera de obstáculos del que ya el venezolano pareciera tener un doctorado.
Daniel, hoy al mando del Instituto del Deporte de la Alcaldía de Iribarren, su nueva trinchera de paz y de lucha, aprovecha el espacio que “por ahora” le ofrece la libertad para enviar varios mensajes: “quiero decirle al gobierno que la mitad de un país sueña y cree profundamente en algo mejor, que venezolanos somos todos, a los estudiantes, que no importan los días que tengamos que luchar, que quien persiste por un ideal, se conquiste o no, es una lucha ganada y finalmente a la sociedad civil, que la historia la tenemos que construir entre todos”.
“¿Venezuela?, el país con el que sueño, lo mejor del mundo, donde quiero morir”, finalizó Daniel, quien hoy está al mando del Instituto del Deporte de la Alcaldía de Iribarren.