Sin tregua CALLE Y DIÁLOGO

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Para que sirva para avanzar y lograr resultados, todo proceso de diálogo, mirado desde el punto de vista de la Alternativa Democrática, debe hacerse sin enfriar la calle, sin congelar la protesta pacífica y legítima. Por el contrario, los esfuerzos para enlazar con los reclamos sociales debemos acentuarlos. Sílo con presión – no hablo de violencia que es contraproducente – se puede obligar al Maduro-cabellismo a torcer la dislocada carrera que conduce hacia el Castro-comunismo. No porque ellos lo deseen sino porque se vean forzados. Y porque desde adentro le surjan voces democráticas, que las hay. Como le sucedió a Daniel Ortega en Nicaragua hace 30 años. De modo que el diálogo es – o debe ser – simplemente otra forma de lucha. Una de gran importancia. Dialogar entre adversarios no es como “un encuentro alegre entre panas”. Nadie, en nuestro caso, puede tener ingenua confianza en la “sinceridad” del Maduro-cabellismo.

Ahora bien, el general Jaruzelki en Polonia no iba al diálogo con Walesa y su Movimiento Solidaridad como “amigo sincero” sino como político obligado a negociar con su oposición. Y ésta, liderada por Walesa, negociaba “una salida” civilizada con quien fue su opresor por décadas. Ni Yasser Arafat y su contraparte Isaac Rabin se reunían a negociar “como hermanos”. ¡Podemos estar seguros que maldecían sentarse en la misma mesa con el otro! Había miles y miles de muertos haciendo sombra. Justo por eso y porque ninguno pudo aniquilar al otro tuvieron que dialogar y negociar acuerdos. Es obvio, y así quedo registrado, que en todos esos casos hubo “radicales” que rechazaban dialogar y acusaban a sus dirigentes de “colaboracionistas”. Lech Walesa tuvo que dedicar enormes esfuerzos para frenar a “sus radicales” a quienes la comprensible ira les impedía razonar. Rabin terminó asesinado por un extremista de derecha que jamás le perdonó haber hecho la paz con la OLP. Y a Arafat le surgió una “oposición radical”: la de Hamas, que le quitó parte del enorme apoyo popular que aquel tuvo en su pueblo. Entre el FMLN del Salvador y las fuerzas del gobierno, tras una guerra civil de miles de muertos y odios espantosos se hizo una negociación de paz y se lograron acuerdos. La Venezuela democrática de entonces, por cierto, fue facilitadora, acompañante y garante de ellos. Quizás si no hubieran negociado tan tarde…

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Así las cosas, ninguna forma de lucha es descartable. Que siga hablando la calle. La calle pacífica y contundente y el diálogo con firmeza en las convicciones, se complementan. Amanecerá y veremos.

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