Respetando el tiempo de Semana Santa quise hacer algo que no tuviera que ver con las turbulencias políticas del momento. Es tiempo de reflexión y de tranquilidad espiritual.
En medio de agobios, violencias y luchas tenemos la capacidad de pensar en otras cosas, rezar por la paz, por la justicia, por el cambio. Contamos con la imaginación, con los sueños despiertos y los sueños al dormir. “Soñamos para no cansarnos de ver” (Goethe).
Alegrías, emociones y sueños, son la fuerza real de la vida, elementos que nos ponen en acción, nos llevan y nos traen, nos bajan y nos suben. El hombre pelea por sus sueños de la misma manera que pelea por sus posesiones terrenales. Utopía es el sueño en el que no todo lo que brilla es oro. Los sueños de inmortalidad otorga el cielo solo a quienes limpiamente los ganan. Hasta para ir al cielo se necesita llevar en el alma lo vivido.
Los sueños logrados dejan en el espíritu deleite, emoción, lo irracional, lo corporal, la felicidad. Es corta la vida y es corto el camino, finito el tiempo, raudo el sueño y muy largo el olvido…
En la realidad no hay viento que pueda desviar la barca ni cambiar el curso del destino; a cada uno viene lo que sea para sí. Los sueños de libertad no se logran sentados, ni dejando que pasen los días sin acción. Los pasos que se den al respecto son el principio del camino que conducirá a un resplandor satisfactorio.
Cuando dormimos, rueda la noche como un largo tobogán, por el que nos deslizamos hacia el sueño que nos lleva por lugares fantásticos o de terror, dormidos la música se hace agua que corre por el cuerpo, palpamos la sublimidad de un lucero, el deslizar de una góndola sobre el agua mansa llevando dos cuerpos, un abrazo, un beso, un latido detenido en el tiempo, un suspiro, un relámpago azul parado en la laguna, una flota de lotos, un cántaro lleno de dulzuras.
El sueño nos lleva a surcar en una gota de rocío, caminamos sobre la espuma de una ola con el corazón desnudo, navegamos en barquitos de papel que no se hunden, aramos la tierra, recorremos pueblos tristes, Macondos escondidos en la raíz de los cansados caminos, tocamos con las manos la negra arcilla de los sufrimientos, acariciamos el retoño entumecido de una rosa, gritamos sin eco en medio de la soledad; hallamos el mástil de una embarcación entre las dunas, unos trapos llenos de ausencia, un aire frío corriendo tras la estela de un buque fantasma. Dormir es darse un viajecito por los cielos del amor, levar el ancla de un viejo corazón, conocer el lenguaje de un pañuelo agitándose en un muelle, dormir es olvidar el dolor que nos escarba la huella de una herida.
Buena es la época para pensar en el momento aquel en que Jesús “Envuelto en raudales de casta blancura su faz soberana, radiante y divina filtraba en las almas aladas dulzuras de paz”. (Camilo Lasprilla)
Dejemos que caigan nuestros aljófares y lágrimas como un reguero de diamantes sobre el querido regazo de la madre patria…
Por la puerta del sol Revive el sueño la actitud callada
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