Densa y sofocante es la humareda que se extiende sobre nuestras ciudades. Establecimientos y automóviles incendiados, personas y residencias violadas, calles llenas de bombas lacrimógenas, tiros, muertos y un Presidente mintiéndole al país y al mundo. Diciendo que aquí pasa lo que ocurre comúnmente en otras partes. Como si la crisis de estos días ya no fuera una tragedia. Un régimen de mentiras y donde los colaboracionistas dijeran aquello de la canción de Olga Guillot: “miénteme más, que tu maldad me hace feliz”.
Siempre se ha dicho que con sus desvaríos Maduro deja en ridículo a Venezuela. Pero la cosa ha ido creciendo, recientemente dijo que a pesar de lo que sucede duerme como un bebé, ha confesado que sabe que el pueblo lo llama “Masburro” y qué pasaría si el se vuelve loco y llama a su gente a la calle. Como si ya no lo hubiera hecho con la Guardia Nacional y los colectivos armados. Irrespeto a la dignidad del país y al cargo que ostenta. Desde que anunció “Chávez se recupera”, un remoquete recorrió a Venezuela, lo llamaban “mentira fresca”.
No por distante de Caracas, lo que sucede en el Táchira heroico, en Maracaibo, Puerto Ordaz, Valencia, Maracay, Barquisimeto, Mérida y otras localidades aunque en menor proporción, es irreal. Venezuela después de estas semanas con las aulas de las universidades cerradas, con los tropezones de las barricadas en muchas calles, manifestaciones y represiones, ya no es la misma. Se trata de un país enfermo de todo y en camino de la anarquía. Es el tortuoso pasaje hacia un amanecer esperado.
Psicológicamente al mandatario le ocurre lo que señalara Bernard Shaw: “Hay quien no cree nunca nada de lo que dice él mismo. Y, naturalmente, no puede creer nada de lo que digan los demás”. Por eso el cuento de los generales de la fuerza aérea alzados virtualmente sin tropas desde sus computadoras, no lo creyó nadie. Pero esa especie a manera de Chacumbele, podría devolvérsele al gobierno, porque precisamente fue la fuerza aérea la que se le levantó a Pérez Jiménez y a partir de ese momento comenzó el descuento de los días para la caída de la dictadura.
Por eso también es bueno recordar lo dicho por Alexander Pope: “el que dice una mentira, estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de la primera”. El pueblo va sabiendo como la canción de la cubana de las mentiras, de que los muertos son obra de la oposición, de que el Sicad II nos dará a todos los dólares que necesitemos, de que reina la calma. La mentira se ha convertido en la conducta del régimen. Diosdado Cabello mostró una foto de unas armas encontradas en la casa del General Vivas y en pocas horas se descubrió que la fotografía pertenecía a un establecimiento de venta de armas de los Estados Unidos. Ejemplos que ilustran el análisis.
Pero ni con miedo y mentiras lograrán desvanecer lo que ya es un sentimiento comparativo, que este “gobierno es como un bikini, nadie sabe cómo se sostiene, pero todos quieren que se caiga”.
Miénteme más
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