La tortura como política de Estado

La tortura es un delito de Estado, perpetrado por medio de los cuerpos policiales y militares. En la antigüedad era un medio para obtener información o la verdad. Esta fue la definición que trató de dar la Defensora del Pueblo, cuando manifestó que si la tortura no perseguía ese fin no se llamaba tortura sino exceso policial.
En la antigüedad, la confesión era la reina de la prueba y esto trajo como consecuencia la aplicación de la tortura para su obtención.
En la Edad Media y Moderna, la tortura no se aplica solamente con la finalidad de obtener confesiones en los interrogatorios, ya que al aparecer el delito político se desarrolla la tortura, no con la finalidad de obtener confesiones, sino para causar terror a través del sufrimiento, e inhibir a la ciudadanía a manifestarse en la forma en que lo hicieran los torturados, es decir con el fin de amedrentar a la sociedad y obtener la tranquilidad a través del miedo.
Hay que destacar que contra esta institución se levantaron personas generosas tanto en el campo católico como del protestante.
Pareciera que con el adelanto de la ciencia y de la técnica, ha renacido la tortura y Venezuela no escapa de este renacimiento y se debe fundamentalmente a dos causas: La aparición de dictaduras y Estados militaristas y totalitarios y la aparición en los cuerpos policiales y militares de “servicios especiales” para acallar la disidencia, y se valen de todos los recursos del miedo para evitar cualquier actuación ciudadana que ponga en peligro el pensamiento único del Gobierno de turno.
En las democracias también han persistido las torturas, a pesar que la legislación la castiga; sin  embargo la no toma de decisiones políticas que combata frontalmente dichas actuaciones, envalentona a los cuerpos militares y Ppoliciales a aplicarla con la finalidad de causar miedo y terror.
Esta práctica de tortura por los cuerpos militares y policiales se les conoce con el nombre de “métodos de tercer grado”. En los gobiernos militaristas y totalitarios se crean organizaciones paramilitares y parapoliciales para realizar el trabajo sucio que las instituciones del Estado no quieren reconocer como actuaciones suyas.
En la detención de los jóvenes realizados en Barquisimeto en ocasión de los acontecimientos del 15 y 16 de abril del año 2013, pude oír de ellos las revelaciones de las torturas a que fueron sometidos desde amenazas de violaciones a las damas, golpes, patadas y diferentes formas de tormento físicos. Las torturas modernas están revestidas de cierto sadismo, por el uso de ciertos refinamientos de encubrimientos de los autores.
Me permito decir que anteriormente se permitía la tortura creyendo en su eficacia, pero la legislación la prohíbe expresamente y la considera un grave delito, es decir que hubo un avance legislativo en esta materia; pero en la práctica no ha variado, ya que si bien no se tortura delante del Juez y del Ministerio Público, hoy se hace  ilegalmente, pero con conocimiento tanto del Ministerio Público como de los jueces que guardan silencio cómplice.
Podemos decir que el que tortura, militar o policía, es un criminal, pero si el Estado que lo tiene a su servicio, lo encubre, estamos frente a un Estado Delincuente. Esto está pasando en Venezuela y se realizan manifestaciones en apoyo a los cuerpos de las Fuerzas Armadas que, de acuerdo a diferentes videos y denuncias, ejercen la tortura como práctica cotidiana y como política de Estado.