REFLEXIÓN – ¿Por qué corro?

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Dedicado especialmente a mis amigos Héctor Pérez, Gerardo Camacaro y Félix Octavio Amaro, ejemplos de constancia, dedicación y amor por esta disciplina

Confieso que tomé el título de este artículo y algunas reflexiones  de un corredor-escritor que encontré por internet. Pero me identifiqué tanto con su planteamiento que lo hice mío, sin embargo, las complementé, única y exclusivamente para fortalecer esta sana pasión que tenemos y ser vocero de todos los corredores del mundo. Con la esperanza, que mis amados lectores se animen a correr. Es una experiencia personal, saludable y maravillosa.
¿Por qué corro? Corro para mantenerme en forma, para conservar mi salud. Corro porque la carrera forma parte de mi estilo de vida. Corro para sentirme mejor. Pero hay algo que va más allá. La razón verdadera es la confirmación de que tengo dominio propio, control, que soy temperante.
Cada día debo hacer una elección. Experimentar dolor y malestar para lograr una meta mayor o sucumbir al impulso del cuerpo de detenerme y hacer otra cosa más confortable y placentera. Demostrarme, que tengo el control de mi cuerpo y me siento culpable cuando no lo hago, cuando el cuerpo me gana. Correr es la prueba de mi fortaleza, no sólo física, sino mental. Es un desafío de mi voluntad, de la mente sobre la materia, de mí contra mí mismo. Al final se, que es Dios quien me da la fortaleza  y alabo su Nombre. Se, que “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”Fil.4:13
El correr es un condicionamiento tanto mental como físico. Es una terapia de voluntad, es vencer el desánimo, la pereza, la indolencia. Si corro es que vencí. Cada carrera es un éxito. Correr es enriquecedor y profundamente satisfactorio. Algunos pensarán que somos locos, pero el correr indefectiblemente está ligado a la autodisciplina, la auto postergación y el autocontrol.
En un mundo, donde a menudo nos sentimos indefensos, victimizados y controlados, el correr me ayuda a revivir sensaciones de esperanza, fuerza y convicción de que puedo lograr algo diferente, de que puedo ser responsable de mí mismo. Y puesto en manos del Creador soy la persona más feliz de la tierra corriendo. ¿Se podría decir entonces que correr es una adicción? Diríamos más bien un hábito, un gozo, una necesidad.
Para correr se requiere valor. Valor para enfrentar el reto. Valor para evitar la comodidad, para abandonar el lecho, para tolerar el frío, la lluvia,  para controlar el dolor y que la pereza  no me gane. Finalmente, “Corro por el triunfo, el triunfo de mí contra mí mismo”. Pero,  mi Dios es quien da el querer y el hacer por su buena voluntad.
Una de las cosas  que más me satisface después de cada carrera, es el paralelismo que hago con esta actividad y el llamado vehemente de Dios. “Corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe…” Heb.12:1,2.Y es allí, donde trato de poner mis ojos siempre. Hasta el próximo martes Dios mediante.

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