Luego del asesinato de dos sargentos de la Policía Militar del Ejército Nacional, y de un oficial de la Policía del estado Lara, el pasado jueves en horas de la noche, fuentes extraoficiales ligadas a la investigación del caso, revelaron que los mismos no estarían en una misión de inteligencia para rescatar un vehículo, al menos no en una misión oficial llevada a cabo por alguno de los organismos del Estado.
Como se publicó en EL IMPULSO en el día de ayer, Francisco Javier Torrealba Rodríguez, de 25 años de edad, Orlando Torres y José Manuel Jiménez, acompañado de un cuarto sujeto sin identificar, se trasladaron en dos motos al barrio Brisas del Turbio I, en el sector La Carucieña, según versiones extraoficiales, para rescatar un vehículo robado y pagar por su devolución. Sin embargo, algo salió mal, y los tres funcionarios pertenecientes a los cuerpos de seguridad, fueron acribillados y perdieron la vida esa misma noche. De inmediato se iniciaron las investigaciones para dirimir los responsables y las causas del hecho; sin embargo, aún las investigaciones no han arrojado resultados contundentes.
Por ahora, fuentes extraoficiales indicaron que no se trata de una actividad conjunta entre los dos cuerpos de seguridad a los cuales pertenecían los tres sujetos, en primer lugar porque no se encontraban en labores en el momento del suceso y, además, la Policía Militar a la cual pertenecían los dos sargentos, no está facultada para hacer entregas controladas.
Se conoció que Torrealba, de Polilara, y Torres, de la PM, eran amigos de la zona de donde provenían, en el sector Agua Viva, al oeste de la ciudad de Barquisimeto.
Por ahora, se presume que dos azotes de ese barrio sean los responsables del hecho violento: El Pegao y El Charo, pertenecientes a la banda de los hermanos Junior. En los próximos días, se esperan más detalles del suceso.
Hablan los familiares
La mañana de ayer, dolientes de los tres occisos permanecían en las adyacencias de la morgue del Hospital Central Antonio María Pineda, donde dieron detalles de sus allegados.
Elen Rodríguez, madre de Francisco Javier (Polilara), el segundo de tres hijos, indicó que el agente llegó a su casa el jueves a eso de las 7 p.m., se quitó su uniforme y le dijo que iba a salir y volvería pronto. «No había luz, y llegaron tres muchachos en moto a buscar a mi hijo», recuerda la madre afligida, «la luz de un carro me permitió verle los rostros a los jóvenes, de los cuales reconocí al que había sido su amigo durante mucho tiempo», explicó. Dijo que su hijo se desplazaba como ‘parrillero’ de uno de los motorizados que salieron de su casa, y esa fue la última vez que lo vio antes de ser asesinado. La madre lo recuerda como un hijo y un funcionario «intachable», quien amaba al cuerpo de policía y «me decía que le gustaba la calle y trabajar por la seguridad».
Además, indicó que su hijo estaba separado de una relación anterior con quien habría concebido una hija de 7 años. Ella, junto al padre Francisco Torrealba, recibían el apoyo de familiares y compañeros del cuerpo policial.
Por otro lado, José Torres, hermano de Orlando Torres, sargento de la PM asesinado, dijo que su hermano habría entrado al cuerpo castrense mientras hizo su servicio militar por dos años, más cuatro años de carrera como militar y, actualmente, pertenecía al departamento de Ingeniería y Deporte de la PM.
Justo el jueves habría hablado con su allegado para pedir su compañía en la compra de unos repuestos, sin embargo «me quedé esperándolo hasta que un primo me llamó y me dio la noticia».
Dijo que no tenía malos hábitos ni vicios, y que deja a su esposa con cinco hijos, todos menores de edad. Además, comentó que su hermano fue llevado herido hasta el Ambulatorio de La Carucieña donde llegó sin signos vitales. Para finalizar, comentó que «el Gobierno nacional está pendiente de poner a las personas a depender de una misión y no de trabajar por la seguridad».
De igual forma, en la morgue se encontraba Yesenia Amaya, esposa de José Manuel Jiménez, el otro PM asesinado. Ella explicó que su esposo era estudiante del cuarto año de Derecho en una universidad de la ciudad y tenían seis años de matrimonio. Tuvieron dos hijos pequeños.
Amaya, con lágrimas en sus ojos, recuerda que habló con su esposo por última vez a través de un mensaje de texto que recibió esa noche, «salió del trabajo para la universidad», dijo.
Comentó que su esposo, de 31 años, estaba en la Seguridad Ciudadana durante 10 años y estuvo asignado al Fuerte Terepaima, «era buena persona y era el sustento familiar».
