¿Qué va a pasar aquí?

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Es la pregunta del segundo, del minuto, de la hora, del día, del mes y el año. Si tuviera la respuesta tal vez viviría la mitad del año en Verona, dedicándome a escribir sin que nada me perturbe.
Pero la gente tiene la necesidad de creer en algo y sobre todo, en alguien, y por eso sucede algo tan demencial como que uno de los oráculos de la oposición venezolana sea un «profeta» brasileño. El día que ese señor me diga los números que van a ganar en el Lotto de Nueva York o en el Power Ball de Florida, le pediré disculpas por haber pensado que era un charlatán y me convertiré en su mejor propagandista. Mientras, me limitaré a pensar que hay alguien que lo patrocina, que le manda a decir cosas y que hay una agenda turbia detrás de todo lo que dice. ¿Cómo manda -desde fuera de Venezuela, vía Twitter y canales de Internet- a que otros se pongan de carne de cañón? Y sobre todo, ¿cómo puede la gente hacerle caso?…
También me sucede que cuando alguien pregunta qué va a pasar aquí está esperando escuchar la respuesta que quiere oír y no la que uno da. «¿Crees qué Maduro se va a ir?» No, no creo que «se vaya a ir». Por lo menos no en el corto plazo. Creo que tendrían que pasar cosas horrendas e inimaginables para que Maduro «se vaya». Tener la mitad del país, además de armas, dinero y la mayoría de los medios de comunicación masivos no es poca cosa. También tiene control sobre los cuerpos de seguridad del Estado y las instituciones. Para muestra, ahí está la «defensora»…
«¿Estás de acuerdo con las guarimbas?» Rotundamente NO. Las guarimbas me parecen mecanismos de autosaboteo. Pero cada vez que digo eso el 90% de mis interlocutores me caen encima y me repreguntan «¿entonces si no hacemos guarimbas qué hacemos?»… El desespero -que entiendo y comparto- nos hace querer soluciones inmediatas. Mis soluciones, en las que creo y veo factibles, son más de una lucha pacífica y de largo aliento. Nadie dijo que salir de esta situación que tanto nos agobia fuera fácil, aún más después de 2002 cuando se cometieron todos los errores que podían cometerse y más… Y los errores se pagan…
El fervor y la pasión de los estudiantes luchando por un futuro que hoy no tienen es esperanzador, pero obnubilarnos a la realidad no nos ayuda.
Por último, no veo salida si no hay apoyo militar. Estamos en una lucha totalmente asimétrica. Piedras y bombas molotov caseras no pueden contra armamento de guerra. Y sabemos que el gobierno aún no ha demostrado lo que es capaz de hacer… Sólo hemos visto la punta del iceberg…
De repente ésa es la razón por la que prefieren creerle al profeta carioca…

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