Ni las represiones, muertes, heridos y detenidos han podido hasta ahora detener las manifestaciones estudiantiles en todo el país, observa el politólogo Wilfredo Páez.
Todo comenzó el 4 de febrero cuando un grupo de estudiantes de la Universidad de los Andes pidió reunirse con las autoridades gubernamentales de esa entidad; pero, en vez de ser escuchadas sus preocupaciones fueron detenidos arbitrariamente por la esposa del gobernador.
Eso originó un descontento entre los estudiantes de todo el país, quienes decidieron marchar el 12 de febrero para exteriorizar su protesta por muchos motivos; pero, la más impresionante que he podido oir es que siente que no tienen futuro en Venezuela.
El 12 de febrero, en vez de que la marcha transcurriera en sana paz, fue reprimida por grupos parapoliciales. Aún más, organizaciones de derechos humanos han demostrado que las muertes de ese día fueron ocasionadas por grupos afectos a autoridades nacionales y preparadas por funcionarios del Sebin.
Además, la detención de Leopoldo López fue una circunstancia que detonó mayor descontento para que la gente continuara en la calle. El Estado en lugar de determinar la responsabilidad de esos delitos, lo que hizo fue premiar la actuación de muchos funcionarios, incluyendo la Guardia Nacional, y utilizando un lenguaje de violencia contra los jóvenes que marcharon.
Se pensó que por los primeros muertos, la manifestación sería de tres o cuatro días; pero, cada vez han sido más contundentes.
A diferencia de 2007 y 2008 cuando la juventud salió espontáneamente a luchar, la sociedad civil no la acompañó masivamente; pero, poco después del 12 de febrero la sociedad lo ha hecho.
Su apoyo ha sido desde el punto de vista de la logística y familiar; pero ya van 28 muertes causados en su mayoría por grupos armados afectos al gobierno, amparados por guardias y policías nacionales.
Por primera vez en 40 años hemos visto cómo se ha mantenido una lucha incansable, que fundamentalmente tiene como expresión que Venezuela no ofrece oportunidades a los jóvenes.
Lo lamentable es que el llamado del gobierno a una mesa de diálogo ha sido con un lenguaje soez, colocando de una vez una serie de condiciones.
No hay posibilidades de diálogo en este momento porque para que lo haya tienen que aflorar las ideas que permitan llegar a un entendimiento.
