Esas palabras significan rendición, degradación, cobardía, muerte, falta de voluntad, de amor a la familia, a la patria, a la libertad, a sí mismo.
“Renunciar a la libertad es renunciar a la calidad de hombre, a los derechos de la humanidad, inclusive a sus deberes” (J. J. Rousseau)
Hace doscientos tres años se firmó el Acta de la Independencia de Venezuela. En los últimos quince años han cerrado casi todas las ventanas de la libertad, han aplastado el derecho al trabajo y al progreso, a la libre expresión del pensamiento, al de vivir informados (elementos vitales en cualquier democracia), cualquier atisbo de reclamo y protesta es ferozmente reprimido por la fuerza militar. “Maldito sea el soldado que sea capaz de empuñar su arma contra su propio pueblo”. (Bolívar)
En la constante lucha por conservar sus derechos y libertades los pueblos se enfrentan a lo que sea con frenética valentía. Es la eterna pelea entre la fuerza que reprime y el pensamiento que libera.
Ante la represión y el abuso se multiplican las protestas y reclamos. Cansado el pueblo y aburrido de peregrinar por calles, laberintos, caminos, rincones y ciudades en busca de comida y elementos de uso humano indispensable, se rebela ante quienes llevan años arruinándolo todo.
En estos momentos de valor y cobardía, me viene a la memoria la encarnizada lucha que libraron nuestros héroes por la misma libertad que hoy defiende la nación, a precio de la misma sangre.
Aún brilla el mármol que guarda la célebre gloria, de los vencedores ilustres de aquellas fecundas victorias, ganadas en campos de batalla, aún se escucha la alegría, emoción y orgullo de nuestros antepasados, aún llegan ecos del ruido de los arcabuces, del galope de los caballos, del palpitar de los corazones, aún se escucha el ¡Ay! de los heridos ante los muros de fuego y el último aliento de los caídos.
Hoy han soltado la rienda, hambrientos de poder y de venganza los nuevos opresores. Sangre de valientes va quedando en los caminos, el llanto de las madres reclama de nuevo Justicia a magistrados que no ven, no oyen, no sienten, ni actúan ante la barbarie de la fuerza militar.
Estamos dejando morir nuestros sueños. Las cosas que mueren o se dejan morir jamás resucitan ni regresan jamás. Se acaban los sueños, ya no hay esperanzas ni hace falta morir, ser esclavo es ya estar muerto.
Ninguno de nosotros aceptará jamás vivir sin libertad. Es ella el cántaro que calma la sed en medio de este desierto de odios e iracundas represiones. No queremos que sigan llevándonos a la tortura ni encarcelándonos por pensar diferente, no queremos vivir con las manos atadas, los ojos vendados, los pensamientos muertos, ni muerta la esperanza.
Ningún mal es eterno. Se refresca el alma, se retempla el ánimo. Así como lo dice parte del Himno Nacional: “Desde el Empíreo El Supremo Autor, un sublime aliento al pueblo ha infundido”, en esta nueva lucha, con los estudiantes al frente, ¡por la libertad y la democracia!.