Uno de los argumentos que ahora repiten como loros desde el Gobierno es que el chavismo solo ha perdido una elección de no sé cuantas celebradas en estos últimos quince años. Pero más allá de ponernos a precisar las condiciones en que se han dado esos “triunfos” electorales o de recordar que en las parlamentarias de 2010 la oposición obtuvo la mayoría del voto popular o de citar ejemplos emblemáticos como Petare y Barinas, vamos a enfocarnos más bien en esa derrota admitida por el oficialismo. ¿Cuál elección perdieron? Justamente la de la Reforma Constitucional en la que el pueblo rechazó el socialismo del siglo veintiuno ratificando un modelo democrático, de libre mercado y plural. O sea, el modelo político y económico impuesto antes por Chávez y ahora por Maduro es inconstitucional. Así que si de legitimidad se trata, el socialismo del siglo veintiuno viola la letra constitucional y la voluntad soberana del pueblo expresada en referéndum. Esto explica y justifica perfectamente la rebelión popular que hoy se vive en el país.
No se trata de desconocer ya la elección presidencial pasada la cual fue a todas luces fraudulenta. Si no que estamos hablando de algo aún más profundo, del agotamiento de un modelo que no tiene sustento jurídico y que es antidemocrático. En cualquier país es un derecho natural de los pueblos rebelarse ante regímenes así, pero en el caso venezolano es hasta un mandato expreso de la Constitución que establece como deber el desconocimiento de autoridades y leyes contrarias a su espíritu. Chávez pudo imponernos dicho modelo de facto gracias a sus propias condiciones de liderazgo que no vamos a evaluar aquí. La pregunta ahora es si Nicolás Maduro tiene la fuerza que se requiere para mantener un socialismo inspirado en la dictadura castrista al margen de nuestra Carta Magna. Eso está por verse.
El caso es que no tenemos que calarnos que se desconozca el derecho de propiedad y libre empresa consagrados ambos en la Constitución. Tampoco tenemos que someternos a la hegemonía comunicacional y renunciar a derechos como la libre información y la libertad de expresión. No hay derecho que avale tampoco el secuestro de nuestra Fuerzas Armadas que hoy juran lealtad no al estado o la Constitución sino a un partido y una ideología política. No hay razón para seguir teniendo poderes ilegítimos con autoridades con periodos vencidos como es el caso del Contralor, presidente del CNE y otros. Tampoco nos calamos que se persiga a la disidencia sin previo juicio llenando las cárceles de presos políticos. Mucho menos tenemos que consentir que se convierta al extinto presidente Chávez en una figura religiosa a la que se le tiene que rendir culto por orden gubernamental. Nada de esto es democrático y todo esto viola de forma muy concreta nuestra constitución nacional.
Qué bien que los chavistas nos han recordado tan oportunamente el sustento de nuestra protesta y rebelión. Esa elección que ellos dice que perdieron no fue reconocida o acatada debidamente, convirtiéndolos en golpistas a ellos, no a nosotros. Llegó la hora de restituir la vigencia plena de la constitución nacional. Si Nicolás Maduro quiere cumplir con su deber de hacerlo, bienvenido, pero si insiste en violarla con un modelo extranjero dictatorial, entonces que se atenga las consecuencias. Le toca decidir entre Cuba o Venezuela, entre los Castro y el pueblo venezolano. Democracia o nada.
Caso cerrado, el dictamen final lo tiene usted.
TWITTER: @chatoguedez
