En esta nación rica en petróleo cuesta encontrar papel higiénico o harina y las tasas de inflación, de asesinatos y de secuestros se encuentran entre las más altas del mundo. Los enfrentamientos entre manifestantes y fuerzas del gobierno han dejado 16 muertos y a un fotogénico líder de la oposición ha sido encarcelado.
Sin embargo, es poco probable que en Venezuela haya una revolución como la de Ucrania, donde la oposición no logra unirse detrás de una estrategia única ni ampliar su base de apoyo más allá de sectores educados de clase media. El hombre que enfrenta, el presidente Nicolás Maduro, tiene un control casi total de las fuerzas armadas, los medios de comunicación y las instituciones, desde el Congreso hasta el poder judicial, luego de 15 años de gobierno socialista.
Las cosas podrían cambiar si las protestas continúan y la agitación desborda a las autoridades, pero los dos máximos líderes opositores, el ex candidato presidencial Henrique Capriles y Leopoldo López, actualmente encarcelado, siguen siendo vistos como parte de una élite ajena a los problemas de la clase trabajadora.
La oposición lleva años denunciando que el gobierno es ilegítimo sin levantar puentes entre los distintos sectores sociales, reforzando así la percepción de que no ha cambiado desde que ensayó un golpe fallido contra el gobierno de Hugo Chávez en 2002.
«La oposición está convencida de que es la mayoría y que el gobierno gana elecciones mediante fraudes», comentó Davide Smilde, de la organización Washington Office on Latin America y quien pasa parte del año haciendo investigaciones en Caracas, pero «es un gobierno con considerable apoyo».
El partido de Maduro ganó con amplitud en diciembre elecciones municipales que fueron vistas como un referendo sobre su primer año de gobierno. Desde entonces se aceleró el deterioro económico, pero el gobierno sigue destinando recursos públicos a los barrios pobres. Si bien los residentes de esas barriadas sufren en carne propia los problemas económicos del país, no se sienten identificados con los manifestantes que ven por televisión quemando basura y levantando barricadas en barrios arbolados en los que ellos jamás podrán vivir.
Los dos hombres que lideran la oposición, por otro lado, no han logrado fijar una agenda común.
Capriles fue quien más cerca estuvo de ampliar su base al prometer que no tocaría los beneficios sociales que trajo la revolución chavista. En abril del año pasado le dio un gran susto al oficialismo al quedar a 225.000 votos de conquistar la presidencia en los comicios para elegir a un sucesor de Chávez. El vencedor fue Maduro.
Sin embargo, se ha visto presionado por López, líder de un partido menor de oposición, quien al estallar las movilizaciones recientes arengó a la gente a que saliera a la calle, lo que hizo que lo detuviesen acusado de provocar incendios y promover desmanes. Capriles y otras figuras de oposición se vieron obligadas a salir en su defensa.
Capriles admitió que las manifestaciones pueden haber fortalecido a Maduro a corto plazo al distraer a los venezolanos de sus frustraciones diarias y darle un chivo expiatorio al que le puede achacar una crisis económica causada en realidad por las políticas del gobierno.
Las cámaras de la televisión estatal enfocan constantemente las barricadas de basura y muebles que levanta la oposición.
«Ahora me van a echar la culpa a mí si hay escasez, si no dejan pasar gandolas (camiones) con arroz, con granos, con leche, con harina», dijo Maduro el martes durante un acto con empleados de la compañía estatal de teléfonos.
Hay algunos indicios de que el malestar se expande a algunos barrios de clase obrera en todo el país, aunque la mayoría no registran desmanes a pesar de las protestas en sectores más exclusivos.
«¿Cómo es posible que haya escasez de todos los alimentos, que mi esposo que trabajaba contratado se quedó sin trabajo?», preguntó Adriana Suárez, un ama de casa que golpeaba una cacerola durante una protesta frente a su casa de un barrio obrero Valencia, ciudad industrial a 170 kilómetros al oeste de Caracas que tiene un alcalde de oposición.
La mujer dijo que los supermercados estatales tienen alimentos, pero accesibles solo a quienes apoyan al gobierno, mientras que los mercados privados tienen las estanterías vacías.
Si bien Chávez hizo algunas cosas buenas, sostuvo, dejó un caos económico que no puede continuar. «Queremos un cambio», afirmó.
Ese sentimiento, combinado con la sensación generalizada de que la situación económica del país empeorará en los próximos meses, hace pensar que habrá más oportunidades para la oposición.
«Lo político tiene que conectarse con lo social, tiene que articular su organización para tener fuerza y trascendencia, porque si no es un proceso de desgaste», declaró Capriles en una entrevista con la Associated Press esta semana.
Este mensaje más amplio, enfocado en las penurias económicas y la delincuencia, dos plagas que afectan a todos, fue repetido esta semana por la esposa de López, Lilian Tintori, quien ha estado encabezando las protestas en la capital cuando no está visitando a su esposo en la cárcel.
«Creo que todos han vivido momentos muy difíciles en Venezuela», declaró Tintori. «Sectores populares, sectores de clase media, sectores de clase alta, todos nos hemos encontrado con los mismos problemas y son los problemas de inseguridad, de secuestros, de la comida, de la escasez… Ya nos llegó a todos».
No obstante, Luis Vicente León, director de la encuestadora caraqueña Datanalisis, dijo que la oposición no ha convencido a los pobres de que podrá defender sus intereses desde el gobierno.
«Ellos no van a salir a la calle a hacer nada si no sienten que hay una alternativa», sostuvo León.