Adriana y Andrés protestan contra el gobierno desde temprano, ella –abogada– golpeando una cacerola y él –estudiante– cerrando con escombros una calle en otro sector de Caracas. Como miles, desde adolescentes hasta ancianos, ambos expresan frustración ante la inflación, la escasez y la inseguridad en Venezuela.
Miles de estudiantes iniciaron manifestaciones contra la violencia el 4 de febrero, a las que se sumaron dirigentes opositores, amas de casa, jubilados, entre otros, con reclamos por la crisis económica, abriendo las peores protestas que encara el presidente Nicolás Maduro en sus casi once meses de gestión.
Desde las seis de la mañana, Adriana Díaz salió con sus dos hijos también a bloquear calles con basura en un barrio capitalino de clase media, sumándose a su manera a las protestas estudiantiles, que el gobierno califica cómo parte de un «golpe de estado» y que en algunos casos han derivado en disturbios causando la muerte de al menos 14 personas.
«Estoy manifestando mi inconformismo porque no tenemos productos básicos, hacemos horas de colas para comprar y sobre todo mis hijos no están seguros», enumera a la AFP esta abogada de 48 años, que con el ruido de su cacerola y arengas a «¡protestar en la calle!» atrae a más vecinos.
Vehemente, Adriana asegura que así se refleja «¡la frustración y descontento generalizados!» en un país, con 56% de inflación anual, 28% de escasez de productos básicos (que cuando aparecen en los supermercados generan eternas colas y tumultos) y la inseguridad que tiene casi atrincherados a los venezolanos en sus hogares.
Con casi 29 millones de habitantes, Venezuela registra un promedio de 65 asesinatos por día, según las ONG.
«¿Por qué tenemos que vivir así? El gobierno debe rectificar, escuchar a la gente y dar un viraje al sistema económico» para que mejore la situación, reflexiona Adriana, apartándose de sectores más radicales de la oposición que en estos días han pedido la salida de Maduro.
Crisis afecta ricos y pobres
Casi replicando la escena, Andrés Contreras está junto a sus vecinos (con los que se organizó desde las cinco de la mañana) bloqueando parcialmente con escombros una avenida de Los Naranjos -zona clase media alta-, mientras sostiene un cartel con la frase: «Por que tu lucha también es la mía».
«Queremos hacer que todos nuestros vecinos se enteren de lo que está pasando (…) hay muchísimos problemas que estamos sufriendo todos los días, no sólo para conseguir alimentos, la inseguridad en las calles y la represión brutal contra los estudiantes» en las protestas, explica este joven de 23 años.
Aunque las manifestaciones en Caracas se concentran en su mayoría en municipios opositores y zonas de clase media y alta, Adriana y Andrés aseguran que «también están sufriendo los pobres», quienes forman parte de la base electoral chavista.
«Mientras no nos sumemos todos a luchar, no vamos a poder salir de esta situación tan complicada», agrega Andrés, para quien la ola de protestas también refleja que el «descontento es evidente».
La idea de que la protesta es solamente de niños ricos es rechazada por Sofía Romero, de 19 años.
«No se trata sólo de una clase social, es un problema de Venezuela porque la inseguridad y la escasez nos afecta a todos» dice la joven, arropada en una bandera venezolana, en otro sector, a unas cuadras de la casa de Adriana.
El principal líder de la oposición venezolana, Henrique Capriles, que el sábado convocó a unos 50.000 manifestantes en el este de Caracas, ha insistido esta semana en que «es absolutamente necesario para un cambio en Venezuela incorporar a nuestro pueblo de los barrios» (sectores populares).
Parado junto a un auto incendiado, un sillón viejo y restos de basura en el lujoso barrio Los Samanes, el jubilado Marcos Martínez considera –con la experiencia de sus muchos años– que el pedido de Capriles es un imposible porque pese a que «este gobierno no tiene apoyo en las urbanizaciones, en la clase media, el pueblo en general lo apoya».
En los barrios populares, como Petare y Catia, «no se atreven (a protestar) porque saben que ahí hay un pueblo que va a salir a defender» al gobierno, acota.
«Venezuela es un país increíble»
Venezuela sorprende al mundo porque, aunque tiene las mayores reservas petroleras del planeta, sufre una crisis económica que los especialistas achacan a una política económica estatista, con férreo control cambiario y un abultado déficit fiscal.
La sequía de divisas y los trámites engorrosos que hacen empresarios para recibirlas, han demorado las importaciones, de las cuales el país es altamente dependiente ante una industria con una producción en deficiente, acentuando la escasez de papel higiénico, leche, aceite, azúcar, arroz, entre otros.
«La escasez es un desastre por culpa del gobierno porque tiene ahorcada la industria, no les dan los dólares, desde hace años aquí hay muchas cosas que no se producen», dice Beatriz Núñez, de 75 años, en Los Samanes.
Por todas estas razones muchos caraqueños, aunque califican de fastidiosas las barricadas, también defienden la protesta para «llamar la atención sobre lo que está sucediendo en Venezuela» o porque es «la única forma de luchar» ante una situación que los «ahoga, tensiona y preocupa».
«Es muy difícil lo que vivimos y da mucha tristeza porque Venezuela es un país increíble», dice con los ojos llenos de lágrimas Blanca Simón al atravesar con su carro la barricada que montó Andrés.