Conseguir harina para las arepas; el aceite para freir las empanadas o llevar al baño papel higiénico, se convierte en una verdadera molestia para los barquisimetanos ante la escasez de algunos insumos alimenticios y del hogar. En los principales abastos, del Gobierno y privados, hay colas de personas en búsqueda de los rubros, pero continúan escaseando los productos de primera necesidad.
¿Quién tiene la culpa? Opiniones se escuchan a favor y en contra del Gobierno, sin embargo, lo que pesa a final de cuentas, es no llevar consigo todo cuanto desean, al menos, es el sentir general del colectivo. “Tengo cuatro horas, de pie, esperando para comprar pollo regulado”, dijo Ana Medina, vecina de la Ruezga Norte, a las afueras del Pdval de la avenida Libertador.
Lo peor del caso, es que ni siquiera por acudir a un establecimiento privado, es garantía de comprar sin faltas, la lista del mercado: la escasez afecta a todos los niveles. Los anaqueles están vacíos, cuando se trata de harina, aceite, leche, mantequilla, jugos para infantes, entre otras cosas.
Colas y más colas
Para aquellos hogares que prefieren acudir a las ferias de verduras y víveres del grupo Cecocesola, también se les presentan inconvenientes al momento de llevar el mercado a sus casas.
Deben llegar antes de las 5.00 de la mañana para, medianamente, comprar los productos básicos. María de Pérez, vecina de Lomas Verdes, en el noreste, acude a la sucursal de la urbanización Las Trinitarias.
“Con la escasez que vive el país, aumentó el número de familias que visitan las ferias de verduras, porque aquí hay más posibilidades de llevar todos los alimentos”, comentó.
No obstante, otros ciudadanos explican que pese al trabajo organizado de la cooperativa, “tampoco se consiguen todos los productos”, como lo dijo Juan Hernández, de la urbanización Fundalara.
“Mercal es un calvario”
Las familias de escasos recursos económicos, no tienen otra alternativa, amanecen a las afueras de las sucursales de Mercal y Pdval.
En el Mercal del barrio Andrés Eloy Blanco, los vecinos de esa comunidad y de sectores aledaños, se turnan en las noches para así garantizar sus compras el día siguiente.
“Comprar en Mercal es un calvario pero es la única opción para las familias pobres; con 150 bolívares puedo llevar pollo y víveres, al menos, para alimentar a mis hijos durante una semana”, expuso el vecino de La Caldera, Reinaldo Herrera.