Le dediqué un par de horas, antes de sentarme a escribir este artículo, a un ritual al que posiblemente le debo decir adiós. Sentado, una mañana dominguera, ante una montaña de periódicos viejos, tijera en mano dispuesto a rescatar algunas páginas que me parecen imprescindibles conservar para mi propia memoria y la del país. Debo decir que en esta ocasión el tradicional ritual tuvo tono de despedida, de esas cosas que no podré hacer de nuevo y ojalá esté equivocado, realmente quisiera estar equivocado. La montana de periódicos estaba compuesta por ejemplares de cuatro meses, los últimos de 2013 y las primeras semanas de 2014. El contenido de algunas noticias, comentarios y opiniones de este período ya daba cuenta de la crisis del papel periódico en Venezuela, e incluso repasé en esas dos horas como algunos de los diarios que compro habitualmente se redujeron de forma dramática. De cuatro cuerpos a solo 2 y ahora sólo un cuerpo.
La prensa escrita en Venezuela, desde mi punto de vista, vive el fin de una época. Lo que se seguramente se inició como un fallo administrativo, e implicó serios retrasos en la asignación de divisas para importar papel periódico, es hoy una oportunidad de oro para el gobierno para silenciar al sector periodístico que le sigue siendo crítico. Sobre lo primero, basta ver las enormes deudas que tiene el gobierno de Nicolás Maduro con sectores prioritarios como agroindustria, farmacéutico, líneas aéreas, etc, para entender que durante 2013 se asignaron divisas, las empresas privadas importaron con el esquema de cartas de crédito, y ahora el poder ejecutivo no les responde. La pregunta de este momento es ¿cómo se esfumaron millones de dólares que ya estaban presupuestados y que no llegaron a las manos de los sectores empresariales? Cuando se ve el panorama en su conjunto, es obvio que el Estado le incumplió a la prensa escrita como le incumplió a las industrias que hacen alimentos y fármacos.
Una vez instalada esta escasez de divisas, seguramente por manejos dolosos, pasamos ya a lo específico de la importación de papel para imprimir los periódicos. La necesidad de dólares, de todos los periódicos del país, suma apenas 120 millones de dólares al año. Resalto el “apenas”, ya que Venezuela tiene importaciones anuales en promedio de unos 30 mil millones de dólares. Traer durante un año todo el papel para imprimir todos los periódicos representa apenas el 0,4 por ciento de las importaciones de Venezuela. Acá, cuando se colocan en perspectivas las cifras, entramos sin duda a un terreno de decisiones que seguramente tienen un sesgo político.
En la lógica que ha venido operando el gobierno bolivariano, desde el 2 de febrero de 1999, y con mayor ahínco desde el 15 de abril de 2014, apunta a un modelo de censura y restricciones para las noticias y opiniones. Los sucesos de este 12 de febrero dejaron al descubierto, por si alguien tenía alguna duda, del nivel de control político que pesa sobre la televisión (de forma notable) y también sobre la radio, aunque en éste sector hay mayor espacio para la disidencia. La prensa escrita es la última frontera, entre los medios tradicionales, en el modelo de la hegemonía comunicacional que comenzó a consolidarse claramente a partir de 2005. Hasta ahora la prensa escrita ha sido un espacio para la información independiente para la disidencia en materia de opiniones y puntos de vista. Todo eso termina siendo inaceptable para el régimen de Maduro, y los hechos vienen demostrándolo.
Es posible que se brinde una respuesta positiva a todos los medios. Sin embargo, un escenario es una asfixia masiva de impresos, por la ausencia de divisas para importar el papel periódico. Otro sería la aplicación de medidas coercitivas de forma selectiva, eso haría que se mantengan periódicos, posiblemente con páginas reducidas, pero que se castigue a algunos medios emblemáticos como El Nacional o El Impulso, llevándoles a la desaparición de sus ediciones impresas. Con esto enviaría un claro mensaje al resto de la prensa escrita de Venezuela. El que ocurra una u otra cosa dependerá de la respuesta ciudadana.
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