Es propio del joven lanzarse en busca de aventuras sin que nada los ate, dijo el padre Rafael Lisandro Chávez Arroyo, párroco de Santa Rosa, en el acto de reconocimiento a personalidades, organismos e instituciones realizado por la Fundación Presbítero José Macario Yépez, en la plaza que lleva el nombre de este recordado sacerdote, quien fuera el que trajera por primera vez la sagrada ima-gen de la Divina Pastora a Barquisimeto.
Es propio del envejecimiento el acomodarse a las estructuras y sentarse a ver el camino recorrido sin ganas de volver a recorrerlo, como también el de tenerle miedo al mañana, pues, ve el mañana como un enemigo potencial, por cuanto quizá se enconde en él aquello que más teme: la muerte.
Hermanos, no tengamos miedo, expuso. El miedo no es de Dios. El miedo fue infundido por el diablo en el hombre en el paraíso cuando aquel logró su cometido, engañando al hombre y a la mujer para que transgredieran las órdenes amorosas de su Creador y así perdieran la amistad con Dios.
Es propio del hombre y la mujer que se sienten jóvenes apropiarse de su entorno y luchar por sus sueños con las manos vacías, sin nada más que sus dedos para entrecruzarlos en una oración y alabar a Dios por la vida recibida como don precioso y respetarla hasta que Dios mismo la retire de sus cuerpos o para trabajar a la tierra con los instrumentos que el Creador mismo le ha dado. Usar su inteligencia para hacerse de un mundo cada vez más humano y pacífico. Y levantar la voz cuando siente que ese mismo mundo se desvió del propósito que Dios mismo pensó para él.
Y es que el hombre que por error se contempla demasiado a sí mismo y no contempla al otro como regalo de Dios para cuidarse, se aleja poco a poco, casi inadvertidamente, de su creador y desvía sus pasos del verdadero paraíso al cual puedo llamar “ciudad de Dios”, o plan de Dios sobre el mundo actual.
Somos responsables del rumbo que está tomando nuestra ciudad de Dios en los actuales momen- tos, si es que todavía podemos llamarla así. Hagamos todo lo que está de nuestra parte para que no se muera la mirada joven de nuestros ojos y podamos seguir mirando el mañana sin miedo, no como un enemigo, sino como un potencial, que podamos mirarnos al espejo sin que nuestra mirada nos acuse y nos diga: ¿tú, qué hiciste por tu país?