No pasó desapercibida para los españoles la difícil situación en que quedó Urdaneta en Barquisimeto, luego de auxiliar con sus escasos contingentes de tropas al Libertador, acosado en el centro por Boves y sus caballerías llaneras.
Era fácil para los mandos españoles conocer al detalle los movimientos patriotas, declarada toda la región en hostilidades contra ellos “en términos que nada había seguro, fuera del tiro de fusil, ni era posible conseguir un espía, ni adquirir de modo alguno noticias del enemigo. Y lo que era peor, se acababan las subsistencias”.
Para remediar esto último, Urdaneta destacó hacia Quíbor, el 7 de febrero de 1814, 500 infantes y 25 dragones al mando del comandante Domingo Meza al tiempo que también Ceballos se dirigía hacia ese mismo lugar, rumbo que cambió cuando supo lo desguarnecido que había quedado Barquisimeto a donde llegó el 9 atacando inmediatamente, con más de 1000 hombres, las avanzadas de Urdaneta.
Fue imposible oponerse a fuerzas tan enormes y habiendo muerto el capitán Nicolás Briceño, jefe de los dragones, decidió Urdaneta retirarse hacia Cabudare por la cuesta llamada de Mano Blas perseguido por las caballerías enemigas que “le mataron en la puerta de la hacienda Tarabana a un Coronel de Nutrias, cuya preciosa hija hicieron prisionera”; allí, auxiliados por Palavecino y sus guerrillas, reunió Urdaneta sus pocos soldados para llegar, por la vía de El Altar y no pocos enfrentamientos, a San Carlos que, desafortunadamente, se encontraba sitiado por fuerzas enemigas.
Con 25 dragones logró Urdaneta romper el cerco y unirse a los 300 patriotas que defendían a San Carlos a los cuales agregó los 100 infantes que había llevado desde Barquisimeto.
De este episodio heróico y verdadero, la fantasiosa historiografía local tomó elementos para formar la leyenda de una supuesta heroína llamada María Torrealba, joven con quien Urdaneta habría simpatizado en un baile que la “sociedad” barquisimetana organizara en su honor.
Retirado Urdaneta, la joven habría sido apresada y vejada en palabras del más vapuleado de los cronistas locales, don Eliseo Soteldo: “Una hermosa joven barquisimetana de nombre María Torrealba, después que la violaron y le raparon la cabeza, la pasearon por las calles, montada en un burro al son de cornetas y de cajas y la infeliz niña, murió de vergüenza y de dolor”
Otros la hacen sufrir vejaciones y morir en San Carlos.
Todo falso, desde luego, pues la situación y tareas de Urdaneta en Barquisimeto de ningún modo dejó espacio para diversiones.
Y entre tantos enemigos, ¿quién lo invitaría a bailes?
Con esta leyenda los barquisimetanos de “bien” y sus historiadores procuraron ocultar sus antipatías por la independencia y lealtades monárquicas. Intentaron, y lo lograron por mucho tiempo, hacer creer que ellos tan patriotas fueron que ante la presencia de fuerzas independentistas no escatimaban gastos en homenajearlos y, en este caso, que en 1814, Urdaneta fue magníficamente agasajado por la élite de la época y una de sus más bellas doncellas, admiradora del héroe, se hizo su compañera de baile pagando su osadía con la muerte.
1814 fue un año de dificultades y derrotas cuyo bicentenario no debería pasar desapercibido y los acontecimientos que tuvieron lugar en su transcurso no pueden olvidarse sino servir, con el conocimiento real de los mismos, de lección para la conducción de la lucha del presente y en ello, es sobradamente importante, desechar buena parte de la historiografía local y sus falsas conclusiones y lograr una visión más objetiva de tan aleccionador pasado (seguirá)
Caminito que un día – 1814: Por aquí pasó Urdaneta (3)
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