Ubicado en el célebre Barrio Rojo, abre hoy sus puertas al público, permitiendo a sus visitantes satisfacer la curiosidad sobre esta profesión por 7,5 euros.
En un mundo en el que hay lugar para museos del sexo, de los váteres y de los penes faltaba un museo dedicado a la profesión más antigua del mundo: la prostitución. Hoy ha abierto en el Barrio Rojo de Amsterdam el primero de este tipo, en el que se podrán descubrir todos los secretos de esta ocupación tan cuestionada.
El museo está ubicado en un antiguo burdel, está situado en la famosa zona de la capital holandesa en la que 900 prostitutas ofrecen sus servicios en los ya míticos ‘escaparates’ en los que se resguardan del frío y las agresiones y se mantienen a la vista de los clientes. El recinto pretende desmitificar la profesión a través de la exposición de algunos de los aspectos que suelen provocar la curiosidad de los ciudadanos.
Además de ofrecer réplicas de las clásicas habitaciones en las que las prostitutas del Barrio Rojo trabajan, también existen reproducciones de los cuartos que ocupan meretrices de mayor y menor caché, desde una habitación estándar a una de lujo. En el centro también se ofrece una exposición del vestuario que han utilizado las prostitutas a lo largo de la historia.
Aunque se trata de satisfacer la curiosidad por lo morboso con iniciativas como permitir a los visitantes la posibilidad de situarse en el lugar de las prostitutas, expuestos en un escaparate, también se ofrece información sobre aspectos sociológicos de esta profesión en la actualidad, acercando a las personas que la desempeñan a el común de los mortales. Por ejemplo, en la visita se comentan datos acerca del perfil de las prostitutas, y muchos se sorprenden al saber que, las del Barrio Rojo, tienen una media de edad de entre 21 y 55 años o que el 70% de ellas tiene pareja.
Una tarea, la de normalizar la prostitución, que se empezó a llevar a cabo en Holanda a partir de la legalización de este oficio, en el año 2000 y por la que sin embargo, aún queda mucho por hacer. El Gobierno ha reconocido recientemente que la apertura legal no ha evitado que las mafias de tráfico de personas se introduzcan en el país, aunque ha reportado algunas ventajas a las meretrices, como la posibilidad de cotizar en la Seguridad Social como cualquier otro trabajador o el aumento de la edad legal para ejercer de 18 a 21 años.
