Días intensos nos ha tocado vivir en este periódico.
Ha sido, lo decimos, a modo de confesión, una jornada difícil, agotadora, no exenta de la angustia que suele generar la incertidumbre.
Por primera vez, en mucho tiempo, afrontamos la inminencia de un cierre. Quizá el más indeseable de los escenarios, ante el cual no concebimos otro plan que no sea el de evitarlo a toda costa.
No obstante, la adversidad en curso nos deja lecciones en extremo valiosas, que en adelante, sin abrigar la menor duda, nos serán muy útiles.
De este trance saldremos fortalecidos. A lo interno, la prueba nos ha permitido descubrir reservas morales que estaban allí, a la espera de ser convocadas. Somos, ahora, en EL IMPULSO, una familia más consistente, más identificada, más comprometida. A prueba de bajezas.
La crisis del papel, ciertamente, sigue sin ser resuelta. Más allá de los eventuales amagos de diálogo, el Gobierno no demuestra voluntad política a la hora de buscar una salida pronta y efectiva, mientras más diarios se ven condenados a interrumpir su circulación o, en su defecto, a salir a la calle mutilados, con cuerpos escasos, famélicos.
Por nuestra parte, en la intención de actuar con absoluta transparencia, hemos procedido a informar de manera constante y clara, acerca de los escollos que han surgido en el camino. Exponemos, y razonamos, cada paso dado.
No se trata, por lo demás, de una conducta reciente. Desde septiembre del año pasado alertamos en torno a cuanto se veía venir. También en esto nos correspondió ser abanderados. Fuimos los primeros en alzar la voz, sin ambages, cuando algunos dudaban, o preferían callar. El tiempo, lastimosamente, se encargó de corroborar un pronóstico fundado en evidencias irrefutables.
Algo es preciso consignar en este punto. EL IMPULSO se ha colocado siempre del lado de los débiles, frente a los abusos del poder. Hemos sido consecuentes con gremios, empresas y ciudadanos, con personeros reconocidos o gente del común, lesionados en sus intereses legítimos, en su integridad, en sus derechos fundamentales.
Nuestra solidaridad ha llegado sin cálculo ni demora a los medios de comunicación amenazados, de una u otra forma, por la bota de la intolerancia.
Obramos sin esperar más recompensa que la del daño reparado. Empero, así como nos han conmovido las muestras de lealtad prodigadas por lectores, clientes y relacionados; la honrosa adhesión de instituciones, estudiantes, artistas; y la difusión apegada a los hechos y en algunos casos sorpresiva que varios medios, dentro y fuera del país, le han dado al drama que padecemos, al margen de gestos tan gratificantes no podemos menos que deplorar el torpe silencio de otros, resignados a su mezquina indiferencia.
Al escribir página tan infame colaboran en afianzar un aberrante estado de cosas que, teniendo presente nuestra dolorosa experiencia, rogamos a Dios que jamás los arrastre a ellos.
Como informáramos ayer, EL IMPULSO se vio forzado a renunciar al tardío e incierto permiso de importación otorgado por Cadivi. Acudimos a la subasta del Sicad, en la esperanza de que esta vez accederemos a lo que en justicia nos corresponde y se nos ha negado. Eso supone optar por una divisa más cara y nos coloca en abierta desventaja, de cara a medios favorecidos con el dólar a 6,30 (y copiosa publicidad oficial).
Pero está en juego la estabilidad y continuidad de esta empresa, centenaria y cargada de proyectos. No podíamos quebrantar el sagrado compromiso asumido con nuestros antecesores. Eso justifica el sacrificio. Es lo que nos hará más merecedores de una historia labrada en el bronce de la probidad. Nos concilia, en fin, con un futuro más promisor, razonable y democrático, que entre todos estamos llamados a construir.