La funcionaria encargada de la Contraloría General de la República – institución que el país había dado por clausurada – habló durante una entrevista en un espacio radial de una de las 700 emisoras del llamado “Sistema de Medios Públicos”. Uno no sabe por qué habló ni por qué le preguntaron sobre el asunto. Pero sucedió. Dijo que “desde 2007 informes del organismo hoy a su cargo señalaban la entrega de divisas – mismas que le niegan a El Impulso – a empresas fantasmas y también el retraso en los procesos de tramitación de las solicitudes diligenciadas oportunamente. La Contraloría alertó sobre esta situación irregular. Se determinó que los procedimientos estaban tomando más tiempos que el establecido en la reglamentación…” Y agrego que “esos informes fueron enviados a la Fiscalía y demás instituciones involucradas. Cada informe llevaba sus respectivas recomendaciones”. Al final, con el mayor desparpajo, remató con lo siguiente: “en Venezuela no hay corrupción generalizada…No somos un país de pillos y corruptos”. Como se ve, intentó minimizar la corrupción que hace metástasis en todo el cuerpo de la “revolución”.
Una declaración como esa, en cualquier país medianamente democrático, donde las instituciones no estuvieran secuestradas por la camarilla gobernante y donde las complicidades no fuesen parte indisoluble del sistema, se habría desatado una tremenda tormenta político-institucional. Un montón de altos funcionarios estarían atragantados, nerviosos, tratando de dar explicaciones o justificaciones. No faltarían varios renunciando. El bochorno sería total. Pero aquí no…
Recordemos que a finales del año pasado el asunto del “cadivismo rojo” salió a relucir. Primero fue Edmeé Betancourt , breve presidenta del BCV quien denuncio, sin profundizar, que se habían fugado cerca de un numero de 20 mil millones de dólares, vendidos por CADIVI a “empresas de maletín”. Algo parecido dijo el ministro Giordani. Y también el infame Mario Silva, en un testimonio – pese a lo cuestionado del personaje- con un valor especial porque dijo lo que dijo “en privado”, rindiendo un informe al militar jefe del espionaje de Cuba en Venezuela, en una conversación que se suponía que nunca se haría pública. O sea, hablo a “calzón quitao”, sin “cuidarse”.
Ahora resulta que desde la Contraloría General de la República le confiesan al país que desde 2007 la grave irregularidad habría sido detectada. Informada a la Fiscalía y a cada organismo involucrado. ¡ y no sucedió nada! Ellos tampoco armaron un escándalo o llevaron el reclamo a la opinión pública para presionar a que se actuara. A juzgar por los testimonios de Giordani, señora Betacourt y Silva, el delito creció y creció hasta llegar a una dimensión gigante de 20 mil millones de dólares. Y nadie hizo nada. Miraflores no “mando a parar” ni sancionó. Los ministerios del área tampoco reaccionaron. CADIVI menos. La Fiscalía, que se sepa, no abrió ningún expediente. En cualquier país donde el poder no sea una sociedad de cómplices, habría un “terremoto político”. Aquí no. Aquí estamos en tiempos de “robo-lución”.
Sin tregua – Tiempos de “robo-lución”
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