Durante la era medieval la persecución del que pensara distinto fue un mecanismo efectivo. Tan efectivo que debieron bautizarlo con un nombre que lo definiera y de ahí surgió la Inquisición, que mayoritariamente se uso para la supresión de la herejía en el seno de la Iglesia católica. Y es que en la Edad Media la herejía se castigaba con la pena de muerte.
Apenas unos años antes de que Cristóbal Colón iniciase su aventura del revelamiento de que el mundo no era plano, lo cual era una apostasía, se inició la Inquisición española, bajo control directo de la monarquía hispánica, es decir nació la inquisición estatal.
Y es que la Inquisición sirvió no sólo para perseguir a los herejes, sino a brujos, quirománticos, charlatanes, opositores políticos y todo aquel que pensase distinto para ser conducido a los tribunales plegados al poder y condenados institucionalmente.
Para tal fin el Papa Sixto IV y la Corona de Castilla encargaron para su ejecución a un fraile dominico de nombre Tomás de Torquemada, con la misión de perseguir a los judeoconversos y herejes. Juan Antonio Llorente, primer historiador del Santo Oficio, asegura que durante su mandato fueron quemadas más de diez mil personas, menos decesos que los ocurridos en el país en un año.
El Torquemada criollo
Para evitar la propagación de las «herejías», Torquemada, al igual que se hacía en toda Europa, promovió la quema de literatura no católica, en particular bibliotecas judías y árabes.
Todo este cuento de Torquemada, la crueldad de la Inquisición y sus consecuencias viene a propósito de la Memoria y Cuenta de Nicolás Maduro ante la Asamblea Nacional.
Es que en algunos de los pocos fragmentos que no fueron citas textuales o entrecomillados se anunció que se procedería a revisar la programación de las televisoras y cableoperadoras responsables de difundir los antivalores que propugnan el capitalismo y la violencia en el país.
En días recientes me senté a ver una película, para mi sorpresa había 2 hermanos y uno de ellos asesina a otro y culpa al sobrino de asesinar a su propio padre. El pequeño decide huir al exilio, hasta que es encontrado por una novia de la infancia y llamado por el fantasma de su padre para que recupere el reino. Regresa convertido en adulto y se enfrenta a su malvado tío a quien derroca, no sin antes hacerlo confesar, para proclamarse el verdadero heredero del trono.
Palabras más, palabras menos, esta es la sinopsis de la violenta película “El Rey Leon” que los estudios Disney produjo. En ella se muestran fragmentos del libro que la inspiró: Hamlet.
“¡Muera la inteligencia!, ¡Viva la muerte!”
Es que obras como Hamlet, Romeo y Julieta, Los Miserables, Los Tres Mosqueteros, Don Quijote de La Mancha, Los hermanos Karamazov, entre otras, tantas veces adaptadas a la televisión, al cine, al teatro y fuente de inspiración para muchos otros autores, están llenas de violencias y de seguro son las responsables de los índices delictivos del mundo.
Con lo cual lo justo sería que un gobierno revolucionario y reivindicador de la humanidad, como lo define ese bodrio que es el Plan de la Patria, debiera instaurar no solo la censura a la televisión, sino un proceso de “quema de libros” como el realizado en la Bebelplatz de la Alemania Nazi o la famosa “Hoguera de las Vanidades” del monje Girolamo Savonarola, para acabar con toda la crítica que pueda inspirar a la rebelión y por ende con la herejía.
Así los «herejes» (cualquier sospechoso de no seguir la doctrina religiosa del Comandante Supremo) y todo aquel que ose hablar en contra el gobierno, sería susceptible para ser ejecutado por la Santa Inquisición Revolucionaria, Socialista y Chavista.
Otro aspecto positivo de esta medida, es que los discursos ante el parlamento por quien dirige a la Nación durarían escasos minutos, porque al no tener referencias las citas textuales desaparecerían.
Para este sistema político medieval que vivimos en Venezuela la violencia es un asunto de sabiduría que se soluciona con no leer, no asistir al teatro, no oír radio, no ver televisión o cine, para ellos está vigente el grito “¡Muera la inteligencia!, ¡Viva la muerte!” de Millán-Astray, con lo cual cobra más vigencia la respuesta de Miguel de Unamuno: “Venceréis, porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir, y para persuadir necesitaréis algo que os falta: razón y derecho en la lucha”.
Llueve… pero escampa.
@yilales