Un día jueves, como el de ahora, 23 de enero de 1958, fue derrocada la dictadura del general Marcos Pérez Jiménez. ¡Qué alegría!, cuando cae un dictador, la euforia se prolonga por horas y horas y hasta días. (Tiempo de amar). En este mismo mes, el 30 de enero de 1933, Adolf Hitler llegó al poder, fue nombrado Canciller, Jefe del gobierno alemán, y muchos alemanes creyeron que habían encontrado al salvador de la nación y se les convirtió en el peor de los tiranos del mundo. (Tiempo de odiar). El historiador Elías Pino Iturrieta escribió: “La historia es una fuente en la que deberíamos beber todos para no cometer tonterías”. Hoy vivimos como en el Eclesiastés, en el momento oportuno: Tiempo de guerra y tiempo de paz. El 23 de enero encontramos la paz y no ha sido fácil mantenerla, porque los odios nos nublan la mente y porque también hay tiempo de amar y tiempo de odiar. Ojalá y estemos en el tiempo de amar, en el tiempo de paz. Sólo Dios lo sabe.
Los discípulos del Hijo de Dios, un día le preguntaron que cómo debían orar, y Él les dijo: “Ustedes oren así: ¡Padre nuestro que estás en el cielo! Santificado sea tu Nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo; danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en tentación y líbranos del mal”. Mateo, 6 (9-13) y en el versículo 14 al 15, agrega: “Pues si perdonan a los demás las ofensas, su Padre del cielo los perdonará a ustedes, pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes”. No hay la menor duda de que en estos momentos en Venezuela debemos reflexionar sobre estos dos últimos versículos y debemos estar seguros que por nuestra actuación podemos saber lo que Dios sabe. La historia la hacemos nosotros, y Dios ya la conoce, pidámosle a Él que la historia nos enseñe a no darle paso al mal, al odio y a la tiranía.
Vivimos momentos de incertidumbre, es verdad. No sabemos si la población irrumpiría con protestas violentas o decide sentarse en una mesa de diálogo. No sabemos si lo que el Presidente Maduro desea es lo mismo que desean sus compañeros de partido, o si quienes integran la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) están realmente de acuerdo con las propuestas del gobierno. Pareciera que nadie confía en nadie, y lo que es más grave, pareciera que no hay liderazgo o quienes lo asumen hubiesen perdido el bastón de mando. Mientras esto ocurre, la crisis económica se acentúa, los polos se deshielan y las aguas corren sin caudal, se está eliminando la polarización, pero atajemos ¡por Dios! la crecida de las aguas. ¡Dialoguemos!.
Lo que la historia enseña es que en las crisis se afecta el equilibrio emocional, y el mal utiliza la oportunidad para sentarse en el primer puesto. Si tardamos en actuar, otros aprovechan el tiempo, porque el mal les ha dicho: este es el momento. Entremos en razón, la libertad la conquistamos el 23 de enero de 1958, no fue un simple pacto de “Punto Fijo” y hoy el momento nos exige defender la democracia, que es nuestra como la vida. Actuemos nosotros que el tiempo es nuestro, el momento es nuestro.
La historia nos enseña
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