Tengo vínculos con muchos médicos venezolanos. Vínculos que van desde lo familiar hasta la amistad y compañerismo de los años de estudio del bachillerato. Mi suegro (Eduardo Castillo Mantilla) de grata memoria, fue un abnegado médico muy respetado y querido en Barquisimeto. Dos de mis hijos, uno cirujano y la hija obstetra y su esposo pediatra, ya también son conocidos en su ámbito profesional. Tres cuñados, muy respetados y queridos también son médicos. Y un gran número de amigos son igualmente médicos calificados y reconocidos tanto en esta ciudad como en el resto del país, por su alta calidad profesional y humana. Sería prolijo mencionarlos a todos y podría, además, incurrir en alguna injusta omisión, de todas maneras más adelante mencionaré a varios. Siempre pues, he respetado en alto grado la profesión de médico y no me cabe duda que los médicos venezolanos están y lo han estado desde hace tiempo, muy calificados para el ejercicio de esa noble profesión y han prestado un invalorable servicio a la comunidad venezolana.
Todo esto viene a colación en razón de la indignación que produjeron en mi ánimo, las lamentables afirmaciones del Ministro de Educación, Héctor Rodríguez, en un acto de graduación de post grado (..) de los llamados médicos comunitarios o integrales. Al señor Héctor Rodríguez no se le ocurrió mejor idea que calificar a los médicos venezolanos como ”faltos de experiencia, experticia y de capacidad técnica.” El señor ministro de educación es un hombre joven, nació en 1982, es abogado de profesión, por lo que probablemente conozca poco o nada de la historia de la medicina venezolana y su afirmación demuestra una gran inmadurez y una gran incapacidad para reconocer méritos más allá de su revolución bolivariana, a la cual se adhiere en forma ciega y obsesiva. Ya la aparición en nuestro país, desde que comenzó el régimen chavista, de una supuesta ayuda de médicos cubanos, me parecía antipatriótica y de propósitos ideologizantes e inconfesables. Mucho ha gastado el Estado venezolano (y hoy estamos pobrísimos) en mantener los contingentes de médicos cubanos en Venezuela, despreciando a nuestros insignes médicos venezolanos, aunque ya se cuentan por miles, los médicos cubanos que han aprovechado la estadía en nuestra Patria para terminar huyendo de la horrorosa dictadura comunista de los hermanos Castro. Toda la información científica que he leído, resalta la gran preparación de los médicos venezolanos, muy superior a la de los cubanos. Muchos de nuestros médicos venezolanos son solicitados por centros hospitalarios de otros países y la aceptación de los mismos en post grados de las mejores universidades del mundo, refleja su altísima calidad científica y académica.
¿Quién sabe si el señor Héctor Rodríguez habrá oído hablar del sabio Vargas? José María Vargas, médico eminente, primer presidente civil de Venezuela, o de José Gregorio Hernández, médico de elevada preparación y conocimientos científicos y de una condición moral y humana que lo tiene cerca de ser llevado a los altares por la Iglesia Católica. Luis Razetti, cirujano obstetra, padre del renacer de la medicina venezolana y esforzado galeno que logró la actualización de la cirugía en nuestra Patria. Arnaldo Gabaldón, cuya labor en el combate contra la malaria cambió el campo venezolano. Agustín Zubillaga, pediatra, científico y humanista caroreño que enalteció su terruño por la dedicación a la atención de la infancia venezolana. Y el gran Jacinto Convit, con cien años de vida encima continúa trabajando, descubridor de la vacuna contra la lepra y la leishmaniosis y ahora contra varios tipos de cáncer, sin duda cercano al premio Nobel. Pero Convit, parece que no es chavista, gracias a Dios.
No puedo, por razones de justicia y de afecto personal, dejar de mencionar varios médicos de esta época, que le han servido a nuestra tierra y a los estudios médicos con abnegación, bondad y alta calidad científica. Carlos Zapata Escalona, decano fundador del decanato de medicina de nuestra UCLA, médico internista ya retirado. Quién no preguntó alguna vez en Barquisimeto ante un caso de un enfermo grave: ¿ya lo vio Zapata? Carlos Rivero Rodríguez, ya fallecido, extraordinario pediatra, humano, entusiasta, enamorado de su profesión. Bartolomé Finizola, cardiólogo, fundador de ese modelo nacional e internacional de gestión medico asistencial que es Ascardio, igualmente humano, incansable, lleno de ideas y de afán de servir al país. Pero la lista es muy larga, Juan Manuel Carmona Perera, Ramón Zubillaga, Chicho Riera, Emisael Giménez, los cuatro ya fallecidos, Carlos Guillén, Enrique Domínguez, Jonás Mendoza, Alfredo Suárez Isea, Marco Tulio Mendoza, Adalberto Bastidas, Federico Arteta y perdónenme a quienes haya omitido. Mi indignación por las irresponsables afirmaciones del ministro Héctor Rodríguez quizás ofusque mi memoria. Estudie primero ministro y después opine. De lo contrario cállese.
Médicos venezolanos
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